No le pega a una

Iván Mejía Álvarez
21 de noviembre de 2017 - 03:00 a. m.

Resulta absolutamente inexplicable lo que sucedió el fin de semana en Barranquilla. No se le encuentra lógica ni coherencia, parece un hecho grave aislado del contexto deportivo, y por eso las determinaciones y la dinámica de lo que se hizo también llevan a muchas preguntas.

Que el bus del Pasto fuese apedreado en el camino hacia el Metropolitano, a 15 kilómetros del estadio, no tiene explicación deportiva alguna. Pasto no es un rival directo. La hinchada juniorista no tiene motivo alguno para tomársela con el Pasto —con ningún adversario, valga la advertencia—, y con ese hecho lo único que conseguirían los autores sería perjudicar al elenco barranquillero. Ahora bien, tampoco está probado que hayan sido hinchas del Júnior y la afirmación parece una deducción lógica pero no comprobable hasta que la policía haga la correspondiente investigación.

¿A quién, pues, favorecería que a Júnior lo sancionen? No hay motivo y tampoco hay autor reconocido, siguiendo los elementales procedimientos deductivos, a diferencia de la pedrada que sufrió el Cali cuando llegando a El Campín hirieron a Juan Guillermo Domínguez en ataque aleve de la hinchada de Millonarios. Fue a la entrada del estadio, fue la hinchada local, todo clarito, y sin embargo el partido se jugó y después vendrían las sanciones. Muy diferente a lo que pasó en Barranquilla. El presidente era Jesurún.

La Dimayor tiene un órgano administrativo-ejecutivo, la presidencia; un órgano legislativo, la asamblea, y un órgano discrecional, las comisiones de disciplina y apelaciones. Son entes diferentes que no pueden atribuirse funciones que no les corresponden.

Perdomo, la administración, determinó que el partido se jugaría el domingo a las 9:00 a.m. y a puerta cerrada. Es decir, la administración sancionó, tomó medidas disciplinarias como es determinar que se juegue a puerta cerrada, en una abierta y manifiesta violación de sus funciones y una falta de respeto hacia el órgano pertinente, que es la comisión de disciplina.

Cuando los ejecutivos se arrogan el derecho a tomar determinaciones que no les competen se está cerca de la dictadura, es el primer paso hacia un régimen del ejecutivo que generalmente termina muy mal por extralimitación de funciones. En el caso del Júnior, económicamente perjudicado por la determinación de la administración, se entiende su visible malestar por el procedimiento incorrecto del presidente de la Dimayor.

Todos los equipos tienen la obligación de velar por lo que pasa dentro del estadio y sus alrededores, que no son los 15 kilómetros de una vía publica, como en el caso del Júnior. Con las medidas de Perdomo ya todos los violentos saben cómo pueden perjudicar a un equipo sin hacerlo dentro del estadio. Curiosa y grave jurisprudencia de Catrasca Perdomo.

 

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