Publicidad

No más patria o muerte

Arturo Guerrero
25 de septiembre de 2015 - 02:54 a. m.

El enlace de manos entre Santos y “Timochenko” en La Habana guarda consecuencias para el pasado y el futuro.

El acuerdo sobre justicia mira hacia atrás: verdad plena sobre lo que pasó; juzgamiento, amnistía o penas por lo que se perpetró; reparación a víctimas de atrocidades pretéritas.

Hacia el futuro se especifica, un poco a las carreras, la garantía de no repetición del pasado. Como se ve, en la balanza entre ayer y mañana el peso mayor lo tiene el ayer. En efecto, el porvenir apenas se menciona como negación –no repetir-, y en todo caso con ojeada retrospectiva.

Quizás a esta desproporción de acentos se deba el desánimo de las encuestas frente a la paz. ¿A quién le genera encantamiento una discusión sobre cuestiones de antaño, de muertos, sangres, tierras perdidas, hijos falsamente uniformados? Estas visiones hacia atrás producen dolor de estómago, pero no entusiasmo.

La paz se ha mostrado menos como paz y más como reproche a la guerra. No se ha dibujado el mapa nervioso de un país donde cada grupo de personas logre su porción de bienestar mediante el claro recurso de la palabra y la imaginación.

Sucede que el acuerdo número cinco sobre justicia remata con el desarme como condición para subir al cielo. Y este es el haz de luz que alumbra hacia adelante, hacia el confín de una convivencia política sin machetes, fusiles ni cilindros bomba.

Lo que ayer se entreabrió para Colombia es la proscripción de las armas en la política. De todas las armas que matan, tanto de las obtusas izquierdas como de las avarientas derechas.

Estas últimas llevan siglos soplando odios mortales entre conservadores y liberales, cruzando escopetas al pecho de asesinos rurales, refundando la patria entre uniformes demasiado parecidos a los del ejército legal. En pocas palabras, haciendo el trabajo sucio que la Constitución les prohíbe.

Mientras estos poderosos alimentan sus sangres con silogismos de religión y democracia, los otros, los insurgentes, se parapetan en doctrinas internacionales que en calidad de sermones difunden consignas de contradicción y antagonismo.

Quienes fatigaron las filas de los años sesenta todavía las recuerdan: ¨el poder nace del fusil¨, ¨la guerra es la partera de la historia¨, ¨patria o muerte¨, En ellas se hace una alianza de sustancias entre poder, historia y patria por un lado, y armas, guerra y muerte por otra.

En medio de dos engranajes bélicos, varias generaciones trituraron sus huesos, molieron sus carnes, rebanaron sus almas. Todo en la búsqueda de administrar mejor los asuntos públicos, es decir de ejercer la política.

Pues bien, esta perversión es la que se acaba con los plazos de seis meses y sesenta días anunciados ayer. Tanto guerrilleros como agentes civiles o militares del Estado quedan sin argumento para utilizar fuegos por razones de política.

No más ataques a poblados o instalaciones militares, no más masacres paramilitares, no más reclutamiento de niños, no más falsos positivos, no más secuestros ni extorsiones, no más hornos crematorios ni fútbol con cabezas.

arturoguerreror@gmail.com

 

 

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar