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No nos arruines la experiencia, viejo

Maureen Dowd
08 de junio de 2014 - 02:00 a. m.

La barra con sabor a caramelo y chocolate se veía tan inocente como las Sky Bars que solía amar en mi infancia.

Sentada en mi habitación de hotel en Denver, mordisqué el extremo y después, cuando nada ocurrió, mordisqué un poco más. Supuse que si estaba informando sobre la revolución social que sacudió a Colorado en enero, la vertiginosa culminación de la prohibición de la hierba, debía darle una probada a la marihuana legal y comestible de una tienda local.

¿Qué podría salir mal con una o dos mordidas? Todo, como después resultó.

No al principio. Durante una hora, no sentí nada. Supuse que ordenaría la cena a la habitación y regresaría a mis drogas preferidas y más mundanas: chardonnay y mediocres películas bajo pedido.

Pero, en ese momento, sentí un temblor de miedo corriendo por mi cuerpo y mi cerebro. Apenas pude regresar del escritorio a la cama, donde me acosté en un estado alucinatorio durante las ocho horas siguientes. Tenía sed pero no podía moverme para ir por agua. O siquiera apagar las luces. Estaba jadeando y paranoide, segura de que cuando el camarero tocara y yo no respondiera, llamaría a la policía y me haría arrestar por ser incapaz de manejar mis golosinas.

Me esforcé por recordar dónde estaba o siquiera qué ropa vestía, tocando mis pantalones de pana y clavando la mirada en un muro de ladrillos. A medida que mi paranoia se profundizaba, me convencí de que había muerto y nadie me lo estaba diciendo.

Tuvo que pasar toda la noche para que el efecto empezara a disiparse, con perturbadora lentitud. Al día siguiente, un consultor en una planta de comestibles donde hacía una entrevista mencionó que las barras de dulce como esa deben ser cortadas en 16 pedazos para los novatos; esa recomendación no estaba en la etiqueta.

Colorado recaudó aproximadamente US$12,6 millones los tres primeros meses tras la legalización de la hierba para adultos mayores de 21 años. Los planeadores de fiestas de hierba están concibiendo eventos con clase: la Sinfónica de Colorado acaba de celebrar su primer evento para recaudar fondos, “Clásicamente Cannabis”, con “toques” y Debussy. Sin embargo, el estado también está intentando manejar un lado más oscuro de haber liberado una droga tan potente como la marihuana a una multitud de turistas de todas las edades y niveles de tolerancia. En marzo, un estudiante universitario de 19 años saltó desde un balcón en un hotel de Denver, después de haber comido una galleta de marihuana con 65 miligramos de THC. En abril, un hombre en Denver comió Karma Kandy, que tiene marihuana, y empezó a hablar como si fuera el fin del mundo, asustando a su esposa y tres hijos. Después fue por una pistola que tenía en una caja fuerte y mató a su esposa.

Como informó Jack Healy en New York Times el pasado domingo, funcionarios hospitalarios de Colorado “están atendiendo a cada vez más niños y adultos enfermos por potentes dosis de marihuana comestible”, en tanto estados vecinos están registrando un aumento de motoristas trabados.

“Hay demasiadas historias de personas que no entienden cuánto están comiendo. Con el licor, la gente entiende en qué se está metiendo”, dijo Andrew Freedman, director estatal de coordinación de marihuana. “Tenemos que crear una cultura de responsabilidad en torno a los comestibles, para que la gente sepa lo que puede esperar”.

El gobernador John Hickenlooper y la Legislatura crearon hace poco una fuerza de tarea para que idee empaques que diferencien claramente galletas, dulces y osos de goma de marihuana de las golosinas normales —con la mirada puesta en proteger a los menores—, al tiempo que dieron órdenes al Departamento de Ingresos para que restrinja el monto de comestibles que puede venderse de una sola vez a una persona. El gobierno también firmó legislación que obliga a la existencia de un sello en comestibles, posiblemente una hoja de marihuana. (O quizá, ¿un cráneo trabado y huesos?)

El estado planea empezar a hacer pruebas para asegurarse de que la yerba esté distribuida de manera homogénea a lo largo del producto. La fuerza de tarea está discutiendo la idea de que se obligue a personas que su venta a dar mejores advertencias a los clientes y que se pase a una porción individual de 10 miligramos. (Representantes de la industria presentaron objeciones al gasto de envolver pedazos de dulce individualmente).

“Mis hijos se meten rocas y baterías a la boca”, dijo Bob Eschino, el propietario de Incredibles, que produce dulces y sirve malteadas de chocolate y fresa. “Si le pongo una hoja de marihuana a un pedazo de chocolate, ellos seguirán metiéndoselo a la boca”.

Él argumenta que, como las golosinas con hierba salen del dispensario en paquetes a prueba de niños, es responsabilidad de los padres asegurarse de que sus hijos no les pongan las manos encima.

“Alguien sugirió que simplemente hagamos que todo se vea como un cuadrado gris para que no sea atractivo”, dijo. “¿Por qué habría de sufrir toda la industria sólo debido a que menos del cinco por ciento de la gente está teniendo problemas con la dosis correcta?

¿Les parece que suena un poco paranoico?

 

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