No sin mujeres

Yolanda Ruiz
24 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.

Aunque suene a obviedad, de vez en cuando es bueno recordar que las mujeres existimos, estamos en el mundo y debemos ser tenidas en cuenta. Va tomando fuerza un movimiento que surgió en España hace un par de semanas para rechazar eventos académicos en los cuales no participe por lo menos una mujer. Lo están promoviendo profesionales, especialmente de ciencias sociales, que plantean rechazar las invitaciones a foros o debates si en ellos no participan mujeres como protagonistas. En buena hora se mueven en el mundo iniciativas como esta que sirven para seguir avanzando poco a poco en el camino de la equidad.

Aunque en las últimas décadas las mujeres hemos llegado hasta los cargos de mayor nivel en el mundo, todavía pesa la ausencia de las voces femeninas en eventos sobre ciertos temas que aún se consideran “masculinos”. Uno de los académicos promotores de la iniciativa #NoSinMujeres, el economista Daniel Fuentes, resumió el espíritu del proyecto de manera sencilla pero contundente: “No podemos construir el mundo los hombres solos”. Al comienzo la carta la firmaron 56 economistas y profesores que se preocuparon por la frecuencia con la que se encontraban solo hombres en los eventos económicos. En cuestión de pocos días ya son casi 1.000 los académicos que se suman a la idea de decir no a los conversatorios, mesas redondas y congresos en donde no estén las mujeres como protagonistas en calidad de expertas en sus áreas.

No todo en materia de equidad tiene que ver con las leyes. Hoy casi todos los países reconocen derechos igualitarios a hombres y mujeres, pero falta cambiar comportamientos cotidianos. Promover ese cambio no es el trabajo de otros, es una tarea que se puede y debe cumplir desde el lugar que cada quien ocupe. Estos académicos decidieron hacer una apuesta que ya comienza a ir más allá de la simple declaración pública. Uno de los periodistas económicos más destacados de España, Joaquín Estefanía, canceló una participación que tenía concertada en un importante foro esta misma semana y escribió en su cuenta de Twitter: “No iré. He comunicado a los organizadores que no estaré, pese a la valía de mis compañeros de mesa, por no haber ninguna mujer como experta. #NoSinMujeres”.

Están pasando cosas importantes en la lucha por la equidad en estos últimos meses. El movimiento #YoTambién, que surgió de las denuncias de acoso en la industria del cine, destapó una verdad oculta de la que nadie hablaba. También la indignación que han generado las condenas leves por delitos graves de abuso sexual y la declaración de las actrices y directoras en la alfombra roja del festival de Cannes exigiendo paridad en salarios y en participación en el evento, muestran que esta ola en defensa de la equidad de género va caminando por el mundo.

Duele todavía lo que pasa con nuestras niñas maltratadas y violentadas, duele la discriminación laboral, el atraso de siglos que tenemos en Colombia con las mujeres campesinas frente a lo logrado en las ciudades; duelen los feminicidios, las agresiones físicas, verbales y emocionales, pero sirve ver que la discriminación a las mujeres empieza a tener sanción social y deja de ser un asunto de “feministas” para pasar a ser lentamente una bandera de muchos.

Que están pasando cosas lo muestra también una película que pueden ver por estos días los usuarios de la plataforma Netflix: “No soy un hombre fácil”. Es una trama sencilla, sin muchas pretensiones y podría pasar por tonta si no fuera por un detalle: en un mundo hipotético se invierten los papeles de hombres y mujeres. Sin añadir nada más, la película desnuda por completo lo absurdo de un mundo dominado por un género que se siente superior. En el cine, en la academia, en las calles, se va entendiendo que, como dicen los académicos españoles que promueven la equidad, sin mujeres no hay democracia.

 

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