No a tambores de guerra

Beatriz Miranda
26 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.

Venezuela es tendencia en todos los medios nacionales e internacionales. La frontera colombo-venezolana, durante las últimas horas, fue el epicentro de intereses geopolíticos internacionales, justificados por la entrega de una ayuda humanitaria, sin el respaldo de la Organización de las Naciones Unidas ni de la Cruz Roja Internacional.

Dos conciertos, dos posiciones y la clara ausencia de voluntad política para tender puentes con el gobierno del presidente Nicolás Maduro y negociar una salida menos dolorosa para Venezuela y la región.

Gobierno y oposición, así como en la época del presidente Hugo Chávez, están atados a sus propios intereses, verdades y convicciones. Mientras tanto, intereses sombríos indiferentes al dolor y la dificultad de los venezolanos, vislumbran una gran subasta de su petróleo y la reconstrucción de Venezuela con la caída inminente de Nicolás Maduro a cualquier costo.

Según fuentes oficiales, la ayuda humanitaria enviada por Estados Unidos debería haber entrado por las fronteras de Brasil, Venezuela y Curazao para atender a aproximadamente 15.000 venezolanos. El saldo de la tensa jornada fue de: 4 muertos y 285 heridos, incendio de dos camiones que transportaban ayuda humanitaria y la deserción de 104 miembros de la Guardia Nacional venezolana, cierre de fronteras con Brasil y Colombia, y ruptura de relaciones diplomáticas con Colombia.

El cierre de las fronteras de Venezuela con Brasil y Colombia, horas antes de que la ayuda humanitaria entrara a su territorio, debería haber sido una variable prevista en los muchos escenarios de respuesta que vendrían desde el gobierno.

Juan Guaidó, el presidente interino autoproclamado, con el apoyo de Estados Unidos, parte del Parlamento europeo y aproximadamente 40 países, a pesar de haber generado grandes expectativas, aún no ha logrado derrotar a Maduro.

Su mayor reto es mantener el respaldo de las Fuerzas Armadas que, a pesar de registrar disidentes, está lejos de perpetrar un golpe de Estado en contra de su gobierno, pues la mayoría logró un ascenso durante los gobiernos chavistas, recibe altos salarios y tiene cuentas en el exterior. Los últimos hechos han demostrado que Guaidó, aunque respaldado por importantes representantes de la comunidad internacional, es todavía un presidente interino sin mando y sin trono.

Los representantes internacionales, adscritos a la Alianza en pro del rescate de la democracia venezolana, creen erróneamente que, después de dos décadas de chavismo, bajo la máxima el “Estado soy yo”, con una clara cooptación de las instituciones, de un cambio de correlación de fuerzas en el interior del país, que Maduro caerá por su propio peso y presiones externas, bajo el liderazgo de EE. UU.

Es inaplazable que los negociadores dejen de ver a Maduro como enemigo y sí como parte imprescindible de la negociación. Es urgente que oposición y gobierno se sienten a repensar el país que quieren. No pueden y no deben trasladar esta responsabilidad a agentes externos.

El futuro de Venezuela es intransferible. El lenguaje de los negociadores, de ambas partes, debería tener tono diplomático, paradójicamente menos ideologizado, más pragmático y neutral. Solamente de esta forma lograrán llegar a la otra orilla, con menos dolor, hacia el camino de la paz, sin que suenen los tambores de la guerra, que desestabilizarían no solo a Venezuela, sino a la región, hasta ahora considerada una zona de paz.

Profesora U. Externado de Colombia.

 

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