No todos los hombros son iguales

Isabel Segovia
25 de julio de 2018 - 04:00 a. m.

La culminación del gobierno de Santos marca el fin de una era de gobiernos de ocho años en el que, como rito de paso, quisiera hacer un balance desde la educación y la paz. La oportunidad que tiene el siguiente gobierno de seguir avanzando en la construcción de una Colombia mejor para todos es grande, siempre y cuando el presidente Duque sepa y pueda pararse sobre los hombros correctos.

En las administraciones de Uribe se dieron grandes avances en el tema educativo: la ministra Cecilia María Vélez fue escogida por su experiencia en el sector, lo administró durante los ocho años de gobierno, tuvo apoyo político y financiero, y los resultados fueron evidentes. Por ejemplo, en educación básica y media la mayoría de los niños logró un cupo escolar, los maestros se ubicaron en donde estaban los estudiantes y se avanzó en el mejoramiento de la calidad. En educación superior se organizó el sistema de aseguramiento de la calidad, se aumentó notablemente la cobertura en las universidades públicas y la distribución de los recursos, con limitantes, se hizo de manera más eficiente y equitativa. Adicionalmente, nació la política de atención integral a la primera infancia, con logros incipientes, pero importantes, cuyo siguiente gobierno tuvo a bien continuar y fortalecer. Sin embargo, todo esto se logró en medio de la guerra, una guerra de más de 50 años.

Por el otro lado, Santos prometió convertir a Colombia en la más educada, y el lema de su segundo gobierno incluía la educación como prioridad. Sin embargo, ni Colombia se convirtió en la más educada, ni la educación tuvo la prelación prometida. Pasaron por sus administraciones tres ministras, todas exitosas profesionales en sus respectivos campos de trabajo, pero no en educación, y el proceso de aprendizaje de cada una le costó al sector. Adicionalmente, tampoco se otorgó el apoyo político y financiero que se requería y las consecuencias se vieron en los avances que, con excepción de algunos programas, quedaron cortos para las expectativas generadas. Sin embargo, Santos recibió un país en guerra, con una guerrilla debilitada, sí, pero en guerra, y se propuso alcanzar la paz. La logró, y nosotros y las generaciones que vienen, incluso incluyendo a los hijos de sus más férreos enemigos políticos, se lo agradecerán. Firmar la paz es el logro más importante que ha tenido un presidente de nuestra generación y eso hace que cualquier otro objetivo propuesto y no alcanzado sea menos importante, pues con un país en paz será más fácil lograr la equidad, la educación, la justicia y el desarrollo que Colombia necesita.

Es claro, la oportunidad para el próximo presidente no tiene precedentes. La consolidación de la paz requerirá algo de garrote, pero, sobre todo, mucha zanahoria. Se necesitarán políticas sociales contundentes, bien ejecutadas, y presencia del Estado en las zonas de conflicto para que no renazca la guerra. El presidente electo deberá concentrarse en el futuro que representa consolidar la paz. En educación, por ahora se perfila una buena administración, la elección de ministra fue acertada, María Victoria Angulo tiene experiencia en el sector y es una buena profesional. Ojalá se dé lo demás, pero para eso el presidente Duque deberá construir sobre lo ya cimentado, y, como él lo mencionó cuando le cuestionaron su inexperiencia, deberá cabalgar sobre hombros de gigante, pero del gigante indicado.

 

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