No va bien la economía y el Gobierno maniatado

Gonzalo Hernández
25 de abril de 2017 - 03:00 a. m.

El más reciente dato sobre la producción industrial colombiana muestra una caída de 3,2 por ciento en febrero de 2017 —en relación con el mismo mes del año anterior.

La cifra, por supuesto, no le hace bien al Gobierno. Cada décima en los indicadores económicos es usada para descalificar la gestión del presidente Santos.

No para cantar victoria, pero dejaron pasar una defensa sencilla la semana pasada. El profesor Álvaro Montenegro, del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana, expuso en 2014 las consecuencias de comparar la producción en periodos con diferentes días hábiles (Revista Apuntes del CENES). Por ejemplo, un día hábil menos en un mes, en relación con el mismo mes en el año anterior, disminuye la producción industrial en cerca 4 por ciento. Dado que febrero de 2017 tuvo 24 días hábiles, mientras que febrero de 2016 tuvo 25, la caída de la producción industrial podría ser resultado exclusivo del día que faltó este febrero.

No estamos en recesión. No obstante, en lugar de lo simple, la defensa ministerial crea confusión. Quizás por cuenta de la carrera presidencial y la baja popularidad del Gobierno, se recurrió a súplicas respetuosas y firmes: “Hacemos un llamado, con respeto y firmeza, a los bancos para que hagan con los hogares, lo que están haciendo con las empresas, bajarle las tasas de interés. Porque menores tasas de interés, la Adición Social (adición al Presupuesto General de la Nación 2017) y recursos complementarios para las vías terciarias, nos va a ayudar a mover la economía colombiana este año”, dijo el ministro Cárdenas.

La situación no pinta bien cuando el ministro de Hacienda tiene que hacerles este tipo de solicitud a los bancos. Es una muestra de la falta de instrumentos de política económica para activar medidas conducentes hacia la reactivación. 

En lo concerniente a la política monetaria, así el Banco de la República disminuya su tasa de interés de intervención, no hay garantía de que el sistema financiero reduzca las tasas de interés de los créditos de consumo e inversión, en especial si no hay suficiente competencia entre los bancos. En materia fiscal: ¡reforma tributaria! El Gobierno va entonces maniatado al ring de boxeo.

Parece que está olvidando que su plan para la paz debe ser su plan para la reactivación. Sin dejar de lado la defensa por cambios estructurales en el sector productivo y en la coordinación de las políticas monetaria y fiscal, al Gobierno solo le queda, en el corto plazo, incrementar el déficit fiscal y revertir los elementos regresivos de la última reforma tributaria. De no hacerlo, más allá de las victorias coyunturales de la oposición, podría abrirse el camino para algún candidato que garantice la continuidad del statu quo, tan conveniente para algunos poderosos, a cambio, por ejemplo, de que “ningún ministro sea ateo”.

* Profesor Asociado de Economía y Director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana.

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