Nuestra absurda cotidianidad

Cristo García Tapia
12 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

Si de nuestra guerra de más cincuenta años, que no acaba de pasar, se trata, no hay que escarbar tanto ni conformar batallones de sabios y comisionados para dar con sus prolegómenos, de los cuales cada uno de aquellos tiene una fecha y distintas razones para datar sus inicios y explicar sus desarrollos y consecuencias.

Y todos, ninguna conclusión concluyente acerca de un suceso cuyos registros iniciáticos están desperdigados en medios y archivos de diferente naturaleza, victimas, periódicos, revistas, audios, que, a lo largo del siglo XX, incluida la Guerra de los Mil días, registran la absurda cotidianidad de nuestro país.

Y como de la que, en el último lustro, se trata de situar en un tiempo preciso, es la del Acuerdo de Paz que se apaga, es pertinente remitirse al periodo histórico genéricamente conocido como Violencia, para precisar su punto de partida, si de cuanto se trata, reiteramos, es de marcar un periodo que pueda servir de punto de partida para tasar, entre otras variables, la reparación de las víctimas que, los acuerdos a los cuales llegaron las partes, aun no dan en reconocer y menos en reponer y reparar.

Casi que es de derivación lógica esa datación, década de los cincuenta del siglo pasado, si tenemos en cuenta que los bandos que confrontaron entre sí y negociaron el fin del conflicto armado, Farc y Estado, comenzaron a darse tiros y a matar por aquellas calendas, primero como rojos y azules, para virar luego en la conformación y consolidación de guerrillas revolucionarias, las Farc, en ejercito antisubversivo las fuerzas del Estado.

Más que la historia de este conflicto en particular, este aparte de su origen en el tiempo vendría a configurarse como una cronología asociada con el surgimiento y consolidación de la Violencia, azuzada por el bipartidismo y el poder imperantes en un buen trecho de la historia de este país.

Cosa distinta son las causas que dieron, y aun sustentan en otras guerrillas activas, la derivación de las guerrillas liberales de aquel periodo, en las guerrillas revolucionarias que, hasta la firma del Acuerdo de Paz, fueron las FARC – EP, fundamentadas ideológica y políticamente en el marxismo y, militarmente, en la guerra de guerrillas.

Con estos presupuestos ideológicos y políticos y la frustración por las traiciones de sucesivos gobiernos, prefiguran las guerrillas un ideario y establecen toda una causalidad desde la desigualdad social, tenencia de la tierra, exclusión política y discriminación étnica, que privilegia la toma del poder por las armas como salida efectiva y radical a esas sinrazones.

Estas, que podrían llamarse causas desequilibrantes del desarrollo social y humano, no hay colombiano que no las sepa y padezca en mayor o menor grado.

Ojalá las comisiones, de la Verdad y de Sabios, entre tantas que surgieron al amparo del Acuerdo de Paz, aunque este en principio no les “sonara” a muchos de quienes hoy las integran, las descubran y el Gobierno, garante obligado de las políticas y acuerdos de Estado, dé en superarlas y conmutarlas en soluciones materiales.

En el mecanismo efectivo, garantista y real, para la solución radical del conflicto social por la vía idónea, legal y legítima, la de la democracia activa, dinámica e incluyente

* Poeta.   

@CristoGarcíaTap

elversionista@yahoo.es

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