Nuestra casa

Camilo Camargo
24 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

Todos necesitamos un lugar al que llamemos casa. Hay muchas investigaciones que resaltan el valor de tener un sentido de lugar. Ese concepto explora las relaciones entre personas y un espacio físico.

En esta época de cuarentena, el concepto de casa u hogar toma un valor adicional. Y la relación que nosotros establecemos con esos espacios determina cómo podemos manejar el confinamiento de la mejor forma.

En estas últimas semanas, he tenido la oportunidad de leer algunos cuentos infantiles para mis estudiantes y para otras personas. Hay dos cuentos que me han hecho reflexionar sobre este sentido de lugar y quiero compartir esas reflexiones con ustedes.

El primer libro se llama El árbol generoso, escrito por Shel Silverstein. Este cuento narra la relación entre un árbol y un niño. Empieza con el niño chiquito, teniendo el árbol como lugar especial. En el árbol el niño tiene refugio, tiene comida y tiene juego. Y el árbol es muy feliz de entregarle todo esto para que el niño sea feliz. A medida que el niño crece, el árbol sigue buscando maneras de que sea feliz, le entrega manzanas para que venda, le entrega madera para que construya una casa, e inclusive le da su tronco para que el niño, ya mayor, pueda construir un barco e irse. Lo más interesante de este cuento es que el niño, cuando ya es un adulto mayor, siempre regresa al árbol. Inclusive después de haberle entregado todo, su madera, su tronco, sus frutos, el árbol está ahí presente para que el niño llegue, se siente y esté feliz. El árbol refleja ese lugar al que el niño siempre puede volver y que le da seguridad.

El segundo libro se llama Donde viven los monstruos, escrito por Maurice Sendak. Esta es una historia fantástica, en la que un niño hace algunas travesuras y su mamá lo envía a dormir sin comer. En ese momento, el cuarto del niño se transforma en una gran jungla, y él recorre océanos hasta llegar al mundo de los monstruos. Allí se encuentra con monstruos grandes y pequeños, furiosos y hambrientos, que reciben al niño.  Se convierte en el rey de los monstruos y tiene una aventura con ellos. Al final, el niño busca regresar a su casa y hace el recorrido de vuelta, después de enfrentarse a todos sus monstruos. Cuando llega a su cuarto, encuentra la comida servida, y todavía está caliente.

En ambos cuentos, que les recomiendo leer ya que son maravillosos, los personajes regresan a su “hogar”. Y el tener ese lugar a donde volver permite que los personajes tengan esa ancla permanente.

En esta época de cuarentena es muy valioso que todos recordemos ese lugar, esa ancla que nos permite regresar y sentirnos presentes. Ese lugar puede ser diferente para cada quien. Sin embargo, esos sitios de ancla son muy importantes. Por otro lado, los libros nos ayudan a recorrer muchos mundos y muchos sitios, y siempre podemos recurrir a ellos como una fuente de diversión y de descanso. Qué rico que aprovechemos este tiempo para reconectarnos con la lectura, la literatura y los libros.

De todos modos, debemos volver a nuestra casa, a nuestro hogar. El sitio donde nos sintamos cómodos y tranquilos. Los invito a recordar y visitar, así sea mentalmente, esos lugares que son valiosos para todos. Y adicional a los lugares están las personas, que también nos sirven de ancla. Tengamos a esas personas y a esos lugares presentes para que acudamos a ellos en caso de necesidad durante esta época de cuarentena.

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