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Obama y el calentamiento global

Bjorn Lomborg
11 de enero de 2009 - 11:32 p. m.

EN UNA DE SUS PRIMERAS DECLARAciones como presidente electo, Barack Obama se concentró en el cambio climático, manifestó sus prioridades y los datos que las sustentan. Unas y otros son débiles, o incluso erróneos.

Consideremos, por ejemplo, los huracanes. Claramente, una política de reducción de las emisiones de CO2 habría tenido cero consecuencias en el impacto devastador de Katrina en Nueva Orleans. En el próximo medio siglo, incluso las grandes reducciones en las emisiones de CO2 sólo tendrían un impacto insignificante. En cambio, las políticas directas para resolver las vulnerabilidades de Nueva Orleans podrían haber evitado el costo gigantesco e innecesario en miseria humana y pérdida económica. Un foco mayor en la conservación y restauración de los diques podría haberle ahorrado el desastre a la ciudad. Quizás estos tipos de acciones preventivas deberían ser la prioridad de Obama.

 De la misma manera, consideremos el hambre mundial. Las súplicas para una acción en materia de cambio climático reflejan los temores de que el calentamiento global pueda socavar la producción agrícola. Pero incluso según los cálculos más pesimistas, la producción agrícola se reduciría en apenas el 1,4% para fin de siglo. El cambio climático, en el peor de los casos, haría que la producción de alimentos se duplicara, no en 2080, sino en 2081.

 Es más, implementar el Protocolo de Kyoto a un costo de US$180.000 millones anuales evitaría que dos millones de personas sufrieran hambre para fin de siglo. Sin embargo, con sólo invertir US$10.000 millones anuales, la ONU calcula que podríamos ayudar a 229.000 millones de personas hambrientas hoy. Cada vez que la inversión en políticas climáticas salva a una persona del hambre en cien años, la misma cantidad podría haber salvado a 5.000 personas ahora.

 Obama dijo: “La ciencia está más allá de la disputa y los datos son claros. Los niveles del mar están subiendo. Las costas se achican. Hemos visto sequías sin precedentes, una propagación del hambre y tormentas que se vuelven cada vez más fuertes en temporada de huracanes”.

 Sí, el calentamiento global es un hecho y la humanidad es en parte responsable, pero estas declaraciones son —aunque elocuentes— erróneas o engañosas.

 Los niveles del mar están subiendo, pero lo vienen haciendo por lo menos desde 1800. En la era de las mediciones satelitales, el incremento no se aceleró (a decir verdad, vimos una caída de los niveles del mar en los dos últimos años). La ONU espera un incremento del nivel del mar de aproximadamente 30 centímetros en el transcurso de este siglo —más o menos lo que vimos en los últimos 150 años—.

 De la misma manera, el argumento sobre las sequías es erróneo, incluso precipitado —Estados Unidos se ha vuelto cada vez más húmedo en el transcurso del siglo—. Esto es incluso válido a nivel global en los últimos 50 años, como demuestra uno de los estudios científicos más recientes sobre la humedad real del suelo: “Existe una tendencia al humedecimiento general del suelo global”.

Por otra parte, el hambre declinó rápidamente en los últimos 50 años. El principal desvío ha sido los dos últimos años de precios récord de alimentos, causados no por el cambio climático sino por las políticas diseñadas para combatirlo: el brío por el etanol, que puso alimentos en los autos y, en consecuencia, una presión ascendente sobre los precios.

Para concluir, es lisa y llanamente erróneo decir que las tormentas se vuelven más fuertes con cada temporada de huracanes. Incluso para la cuenca de huracanes del Atlántico, de la que más oímos hablar, la energía total de un huracán (ACE por su sigla en inglés) se redujo en dos tercios desde que se fijó el récord en 2005. Para el mundo, esta tendencia ha sido más decisiva: la energía máxima de un huracán se alcanzó en 1994 y se derrumbó en los últimos tres años.

Debe afrontarse el calentamiento global, pero de manera inteligente a través de investigación y desarrollo de alternativas de bajo carbono. Si queremos aplicar las políticas apropiadas, es crucial que entendamos bien los hechos.

* Autor de ‘The Skeptical Environmentalist’ y ‘Cool It’, Project Syndicate 1995–2009

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