Si no lo hubiera hecho público el propio papa Francisco, habrían dicho que se trata de otra persecución a la impoluta y sacrosanta Iglesia católica, aquella que por siglos ha escondido la podredumbre en que se mueve.
En su seno se han dado todas las miserias del mal proceder de los seres humanos, que van desde las luchas intestinas por el poder, hasta las más ruines bajezas morales, políticas, financieras y, desde luego, sexuales.
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