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Obstáculos para un ingreso básico para los pobres

Gonzalo Hernández
25 de agosto de 2020 - 05:01 a. m.

En esta columna de El Espectador defendí la iniciativa de un ingreso básico, con las condiciones de que fuera viable fiscalmente y focalizado en los más pobres. En síntesis, cada persona (adulto o niño) que está en la pobreza extrema podría recibir una transferencia monetaria mensual igual a la línea de pobreza extrema (118 mil pesos mensuales, en el caso colombiano). Para que la propuesta siga andando, es importante remover tres obstáculos que la enredan.

El primer palo en las ruedas es obra, paradójicamente, de algunos de sus defensores. Con exageraciones intentan convencer a la ciudadanía de que el ingreso básico sustituye una estrategia sólida de desarrollo económico y social de largo plazo. Esto, en lugar de ayudar, deja la mala impresión de que la iniciativa se trata de una pócima engañosa para erradicar la pobreza. Sin importar si esa posición viene de la derecha o de la izquierda, queda el tufillo de populismo.

Debe explicársele a la ciudadanía que, gracias a la iniciativa, una familia de cuatro personas que vive hoy en la pobreza extrema contaría con un ingreso de 472 mil pesos mensuales, y que esto le permitiría a esa familia mejorar sustancialmente su acceso, por ejemplo, a una alimentación básica y a los servicios de educación y salud. Es apenas un primer piso de oportunidades con el que 3,5 millones de colombianos pueden activar su participación en la construcción de nuevas oportunidades para ellos y para el resto del país.

El segundo obstáculo, fruto de las contiendas políticas partidistas, complica todo con una cuestión superflua de rótulos: ingreso básico, renta básica garantizada, ingreso solidario o transferencias no condicionadas. Más útil construir sobre las convergencias, alrededor de los principios de focalización en los más pobres y de la viabilidad fiscal, que hacer mareas en vasos de agua para que cada partido político pueda abanderar una propuesta eventualmente ganadora. Para nada útil una guerra de ese tipo con saldo único de confusión en la ciudadanía y dificultad para alcanzar un acuerdo multipartidista para impulsar algo que puede mitigar algunos de los embates que sufren los más vulnerables.

La tercera traba viene de quienes no pueden contener la terquedad ideológica de condenar cualquier plan de expansión del gasto social. Si aceptan la iniciativa de ingreso básico para los pobres, sugieren entonces el desmonte de los programas actuales de subsidios para las familias más vulnerables.

Pierden los potenciales beneficiarios y pierden los representantes de los tres obstáculos anteriores. El país se queda sin la oportunidad de seguir avanzando con su gasto social, que cuenta ya con buenos instrumentos de focalización. Los partidos políticos terminan abanderando propuestas que solo fracasan. Y los que dan acogida a la animadversión por el gasto social, terminan pagando las externalidades negativas de la exclusión social de millones de colombianos.

Más razones para condenar la polarización política y las luchas partidistas movidas por un oportunismo mezquino. Más razones para apoyar un liderazgo político que busque la convergencia para avanzar como país y no la divergencia para triunfar solamente en las elecciones.

Ph.D. en Economía, University of Massachusetts-Amherst. Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).

 

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