Oiga, Mire, Lea

Aura Lucía Mera
04 de septiembre de 2018 - 06:00 a. m.

Cuatro años. El tiempo vuela y las palabras también. El Valle del Cauca y Cali ya se posicionaron como sede de uno de los encuentros más importantes de la literatura en Colombia con su Festival Internacional Oiga, Mire, Lea. Su sede principal, la Biblioteca Departamental, además del cubrimiento de 18 municipios. Totalmente gratis. Para todos los gustos y exigencias literarias. Desde autores de talla mundial como Juan José Millás, Leila Guerriero y Valter Hugo Mãe, consagrados por la crítica y traducidos a varios idiomas, hasta literatura infantil, política, histórica.

Lo que inició como una idea de un grupo de amigos tuvo inmediata aceptación y respaldo del Ministerio de Cultura, la Gobernación del Valle, la Alcaldía, los medios de comunicación y empresas privadas que creyeron, confiaron y ayudaron al éxito total.

El año anterior asistieron 18.000 personas mal contadas. Sin distingo de estratos socioeconómicos. Todos unidos en la misma pasión de la palabra escrita. Para muchos estudiantes, la única oportunidad de conocer y escuchar a autores reconocidos y poder dialogar con ellos.

Se inauguró con el grupo radial de la Media Torta de Bogotá, que nos llevó En la diestra de Dios padre, un montaje como el de las radionovelas que cautivaban la audiencia de miles de radioescuchas, cuando la TV no había irrumpido en las habitaciones ni los celulares habían transformado a los humanos en seres autistas. Un verdadero regalo escénico y literario. Recuerdo las pesadillas de pequeña con Chaang Liii Poooo y las lágrimas con El derecho de nacer...

Alejandro Gaviria nos abrió su alma, nos compartió miedos y esperanzas, nos llevó a reflexionar sobre el milagro de la vida y la certeza de nuestro paso fugaz por este planeta, para que lo vivamos en plenitud, gratitud, paz y compasión.

Juan José Millás es más que un escritor; es un monstruo de las palabras. Juega con ellas. Las revuelca. Las acaricia. Las descubre, así como nos descubre la fantástica realidad de los acontecimientos más banales que nos pasan desapercibidos... Desde los 35 días en la vida de una mosca, hasta la misteriosa fuerza interior que nos lleva a superar límites. Una ironía sutil. Provocadora. Reflexiva. Punzante. Una eterna búsqueda de lo que somos y no somos al mismo tiempo. Una ternura austera hacia los frágiles. Una carga de artillería hacia los torcidos y desleales. Una imaginación que lo desborda y nos lleva a pensar si está ausente o presente. Cuando rompemos en carcajadas a lo mejor queremos es llorar. Impredecible. Único.

Esta semana de palabras se inicia como un tsunami. Inés Sanmiguel y la historia de la migración japonesa en Colombia. Antonio Ungar con Mírame, esa obra que escarba con bisturí afilado la xenofobia de un neurótico. Paula Alejandra Gómez y su ópera prima, Naya, que estremece los cimientos de esta sociedad de doble moral, desgarrando al lector con la masacre de ese olvidado territorio de nadie en el Pacífico.

Valter Hugo Mãe, portugués nacido en Angola cuya prosa deslumbra y golpea, comparable solo al realismo mágico y doloroso de García Márquez. Desperdiciado totalmente en el Hay Festival de Cartagena. Llega a Cali como un tsunami con dos libros que quedarán grabados con fuego para siempre en nuestro interior. Seres condenados que se rescatan y levantan gracias a la esperanza y al amor. El hijo de mil hombres y La deshumanización (homenaje a Islandia) son dos obras poderosas que atacan y acarician. Premio José Saramago.

Posdata. Se termina el espacio. Me sobran palabras. Quisiera que esta columna fuera un chorro de letras. Deslumbrada al comprobar que el Valle y Cali cada septiembre se visten de letras... ¡Y las letras se visten de luces para iluminarnos el alma!

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