Ojalá el Senado vote por la dignidad nacional

Cecilia Orozco Tascón
23 de abril de 2019 - 02:52 p. m.

Esta vez los disparos contra la JEP salen de pesados tanques de guerra: en cuanto más se acerca la votación en el Senado, de las objeciones presidenciales a la Ley Estatutaria de la Justicia Especial de Paz y ante la posibilidad de que se repita la derrota sufrida en la Cámara de Representantes, más potentes son los cañones con que le apuntan para hacerla volar en pedazos, reducir su independencia al mínimo grado y tomar el control de los jirones que queden de ella. Así controlarán también la Verdad, el asunto de fondo que realmente los aterra. En ello anda empleado, casi exclusivamente, el fiscal general, cada vez más manipulador de los hechos, de los medios de comunicación que domina con sus filtraciones, y de la propia justicia que imparte su despacho porque se sabe protegido por el amo del país, por el presidente de la República con sus débiles funcionarios, y por el embajador de Estados Unidos, antes su aliado en la sombra, ahora, abierto: ya no hay norma de diplomacia que importe.

Primero apareció el señor fiscal con su denuncia sobre un tal “articulejo” (¡qué vanidad en sus gestos, en su voz, por dios!) que él y solo él podía descubrir en la Ley Estatutaria, y con el cual, de acuerdo con su interpretación, se terminaría la extradición de los narcotraficantes. Una columna plena de argumentos y razones, de Yesid Reyes, el jurista que Martínez Neira más odia porque es a quien más envidia, basta para demostrar la ridiculez de su invento. El segundo cañonazo provino de la embajada norteamericana cuyo titular invitó a desayunar a un grupo de legisladores de la Cámara para regañarlos por no votar como él les exigía: a favor de las objeciones. Según se supo, el vocero de Trump fue humillante y retador con el poder de castigar que usó días después: le revocó la visa a un representante. El tercer disparo contra la JEP vino con la filtración de una carta del mismo embajador a Martínez Neira y a Miguel Ceballos. En esta Whitaker se permite “informarles” a los dos colombianos que la DEA llevaba un año interceptando comunicaciones en nuestro territorio junto con la propia Fiscalía (¿será que la cabeza de esa entidad no lo sabía?) y con la Policía Nacional para definir quiénes eran los guerrilleros que podían ingresar a la JEP y quiénes eran los “colados”. Y, por último, el cañonazo de la destrucción: la filtración de seis audios del informante de la DEA Marlon Marín, con los que se trataba de demostrar que la JEP es una tienda en que se venden y se compran avales a “colados” para adquirir los beneficios judiciales especiales.

Los audios filtrados, según el medio que los publicó, corresponden a grabaciones de julio de 2017. En esa fecha faltaban tres meses para que se posesionara la presidenta de la JEP y cinco meses para que se integraran sus demás magistrados. En julio de 2017 ni siquiera funcionaba la jurisdicción ¿”Colados” en la JEP? ¿Recuerdan a los colados narcotraficantes de la desmovilización paramilitar de Álvaro Uribe, entre otros, el hoy testigo a su favor, el “Tuso” Sierra? En 2017, un mes después de los audios de Marín, prueba de Martínez Neira de por qué habría que aprobar las objeciones que corregirían los errores de la JEP, el comisionado Rodrigo Rivera, sí, del gobierno Santos, entregó un comunicado “sobre los listados de los nombres entregados por la Farc” (ver). Rivera informó allí que: 1. Se excluyó a dos hombres pedidos en extradición porque se constató que no pertenecían a la guerrilla 2. Se excluyeron 251 nombres de presos porque se determinó que jamás fueron de esa organización 3. Se encontró a 19 narcotraficantes solicitados en extradición que nunca fueron acreditados por el comisionado. ¿Estaban mal informados el embajador, fiscal general, Ceballos, etc., etc.? Claro que no. Solo pretenden lograr sus objetivos con engaños. Ojalá el Senado mayoritario tenga el valor de votar como indica su conciencia, no para proteger narcos, ni más faltaba, sino para proteger la dignidad nacional que otros arrastran por el suelo.

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