¿Ola socialista en el horizonte?

Mauricio Botero Caicedo
08 de julio de 2018 - 02:30 a. m.

En las pasadas elecciones presidenciales, el candidato Gustavo Petro logró ocho millones de votos. No sobra aclarar que esos ocho millones de votos no son de Petro: una parte muy importante es de Sergio Fajardo; muchos de Claudia López y del Polo, algunos de De la Calle y Clara López, y centenares de miles son de personas asqueadas con los niveles de corrupción en el país. Petro, por mucho, contará con tres… tres y medio millones de votos.

Dicho lo anterior, muchos de los planteamientos de Petro son atractivos para el electorado. Sus planes para cambiar el modelo económico alejándose de la dependencia económica del petróleo y del carbón para dar paso a energías limpias, y de subir los impuestos a los dueños de grandes extensiones de tierras improductivas conquistaron a muchos votantes, especialmente jóvenes. Para otros, los compromisos de imponer un sistema de banca pública que garantice crédito a bajo costo a pequeños y medianos empresarios, además de un sistema gratuito y universal de acceso a la educación, fueron planteamientos provocativos.

Pero tal vez el aspecto más sorprendente de la altísima votación del candidato de la izquierda es que el mundo, con los millennials a la vanguardia, puede estar al borde de un viraje a la izquierda, una auténtica ola socialista. En un importante y extenso artículo publicado el pasado domingo en The New York Times, la periodista Michelle Goldberg asegura que la nueva ola política en Estados Unidos son los votantes de la izquierda, electores que han demostrado tener inusitadas simpatías por el socialismo. Según Goldberg, el 65 % de los millennials demócratas entre los 18 y los 34 años ven el socialismo con buenos ojos. Para estos millennials, una sociedad más “humana”, que se refleje en el control popular de los recursos y los medios de producción, en la planeación económica, en la redistribución de la riqueza, en el feminismo y en la igualdad racial, es un planteamiento atractivo. Los millennials, ignorantes del fracaso universal de las sociedades comunistas (pero conscientes de las fallas del capitalismo), sueñan con un Estado socialista en el que la educación será gratuita para todos; la cobertura de salud, universal, y en el que se abolirán todas las restricciones aduaneras y a la migración. Parten igualmente de la premisa de que el Estado garantizará el pleno empleo. En este paraíso socialista, además de abolir las actividades extractivas, las industrias se deben limitar al uso de energías limpias que no le hagan daño al planeta.

Concretamente, en México, como en algunas zonas de Estados Unidos, la ola socialista está teniendo un sorprendente éxito electoral. Y si bien líderes como López Obrador han tenido enorme acogida cuando exponen sus objetivos, se han cuidado de explicar quién va a pagar la cuenta. El socialismo suele durar hasta cuando se agote un recurso como el petróleo (Venezuela), o hasta que el bolsillo del contribuyente ya no dé abasto (Inglaterra). Todas las metas de los millennials, desde la educación gratuita hasta la cobertura de salud, al final del día tienen un costo. Es innegable que la ola socialista, contando con los millennials, está teniendo su cuarto de hora electoral. Lo que es seguro es que ese cuarto de hora va a durar hasta el momento en que llegue la factura y nadie tenga forma de pagarla. Margaret Thatcher afirmaba que “el socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... el dinero de los demás”.

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