Olores mefíticos

Piedad Bonnett
03 de septiembre de 2017 - 03:00 a. m.

Mientras de las cloacas brota a borbotones la corrupción, uno se pregunta qué pasó en este país para que la descomposición ética y moral se haya tomado desde los pueblos más miserables, donde se roban la plata del alcantarillado, la educación, la salud, hasta las instancias que siempre se consideraron libres de esa peste, como las altas cortes.

No se me escapa que se podrían publicar libros enteros sobre el tema. Pero eso no es óbice para que empecemos a desgranar reflexiones que nos ayuden a ir buscando cambios. El filósofo holandés Rob Riemen, en excelente entrevista para El Tiempo, toca el primero de los puntos neurálgicos: “Vivimos en una democracia de masas, pero los poderes de propaganda, los comerciales y los financieros son los verdaderos poderes. Y la clase política maniobra para beneficiarse. De aquí proviene la corrupción”. En efecto, dicha clase se ha corrompido hasta los tuétanos porque el sistema que la provee y la sostiene lo permite. Capitalismo salvaje en democracias en crisis. Con esa brutalidad casi ingenua que engendra el cinismo, Bernardo Elías, “Ñoño”, confiesa que lo que vale no es lo que se legisla en la capital, sino los réditos que se consiguen en las regiones a punta de politiquería. La estrategia para armar la cadena es relativamente sencilla: entre varios miden la magnitud del botín y se sientan a ver cómo se lo reparten. Al tío lo condenan a cárcel por el proceso 8.000 y el sobrino salta y se arrima a alguien entroncado ya en la mafia política; enseguida busca socios para su maniobra, invierte los millones que sea en el “negocio”, que es salir elegido, y apoyado en la mermelada, en el lobby parlamentario y en presupuestos y reformas que él mismo aprueba en el Senado, logra que el Estado le dé partidas para hacer obras, que apenas si se ven porque la plata se queda por el camino.

“Aquí los fiscales y los procuradores son los abogados de los bandidos”, afirma una líder comunitaria de Carmen de Bolívar a Salud Hernández. “Les dicen: arregle con el tipo que puso la denuncia para que no apele, y eso muere aquí. Se volvieron extorsionistas y siempre tienen dueño político”. Y es que siempre habrá abogados “porcinos” , y tipos como el exfiscal Moreno, pobres diablos dispuestos a trepar sobornando. “Hoy sé que a cualquiera le puede pasar”, dijo el muy desvergonzado. Con lo que no contábamos era con que sus padrinos fueran altos magistrados. Y todo esto con el aval de los partidos. ¡Y ahora resulta que los líderes se deslindan de esos partidos, en un esguince para no parecer culpables de cohonestar la corrupción! Políticos mañosos pretendiendo pasar por “antipolíticos”, como si les pudiéramos creer. ¡Vargas Lleras presentándose como un “outsider”! Lo que hay que ver.

Ante este panorama que desmoraliza a la ciudadanía honesta uno se pregunta qué se puede hacer. O si algo se puede hacer. Yo creo que sí. A largo, a mediano y a corto plazo. Ya es importante que la porquería esté saliendo a chorros de las alcantarillas. Pero, para empezar, no sólo hay que indignarse sino mostrar masivamente el repudio —la consulta popular anticorrupción de Claudia López es ya un paso—, y, sobre todo, castigar en las urnas a los fariseos de los partidos tradicionales que se han hecho los de la vista gorda.

 

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