Acaban las especulaciones

Marcos Peckel
20 de enero de 2017 - 03:00 a. m.

Llegó el 20 de enero. Este viernes esperado con expectativa, optimismo, temor o pánico marcará el comienzo de una nueva era.

Tras el juramento de rigor, quizás empiece a disiparse la neblina y haya algo de claridad sobre el rumbo que tomará Trump tras meses de especulaciones, declaraciones contradictorias y andanadas de trinos. La llegada del 20, sin embargo, no significa necesariamente el fin de la improvisación, las contradicciones, la incertidumbre, ni tampoco de los trinos.

Uno de los primeros desafíos que enfrenta Donald Trump es satisfacer las expectativas de aquellos que lo eligieron, a menos que simplemente hayan sido un vehículo para elegirse, ya desechable. Los marginados de la globalización, los que perdieron sus apetecidos empleos industriales para trabajar por sueldo mínimo en McDonald’s, los mineros víctimas de la guerra contra la energía sucia y tantos otros que Trump cautivó con su discurso nacionalista “America First”, contra el libre comercio, los ambientalistas y los emigrantes, esperan su día, que quizás nunca llegue.

Otro desafío no menor que espera al conductor de El aprendiz es lidiar con el Congreso, que inicialmente le abrirá el margen necesario para comenzar su gobierno, una incómoda luna de miel, pero que en cualquier momento se le puede voltear. Algunos de los más importantes líderes republicanos, como John McCain y Paul Ryan, insultados hasta la saciedad por Trump en la campaña, no le perdonarán salidas en falso. El Congreso americano tiene la potestad de destituir al presidente si lo encuentra no apto para desempeñar el cargo.

En política exterior, los desafíos son colosales y la realidad pondrá a prueba las declaraciones, amenazas y promesas del presidente electo. Junto a lo “políticamente correcto”, los derechos humanos y la democracia liberal podrían quedar incinerados en la pira. Su posible acercamiento a Rusia, que tendría sentido desde el punto de vista del realismo en las relaciones internacionales, es un arma de doble filo, pues el ruso no regala nada y lo que hoy es un idilio mañana puede ser una guerra.

Frente a la OTAN, Trump ha dicho de todo, un día que sí, otro que no. En últimas, es posible una reestructuración doctrinal de la alianza militar cuyo rol en los últimos años ha sido difuso. Ayudó a derrocar a Gadafi para sumir a Libia en la anarquía, fungió de patético observador del genocidio en Siria y tras 15 años en Afganistán nada logró. Su expansión al este despertó al Oso.

La mayor hostilidad la ha desplegado Trump contra China, tanto en el tema de Taiwán como en las relaciones comerciales. Sin embargo, como buen negociador que dice ser, esta podría ser una estrategia para ablandar a los chinos en su agresiva política en el Pacífico y en sus prácticas comerciales. También podría terminar mal. Llega el 20 de enero. Aguantar la respiración y amarrarse los cinturones.

 

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