Annus horribilis

Ricardo Bada
23 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.

Lo leí hace poco: “Un año que comienza muriéndose David Bowie no puede ser un buen año”. Y en principio cabe decir que no lo ha sido: que más bien fue un año en homenaje a las leyes de Murphy.

Aunque, claro está, esa frase que recuerdo admite la variante “Un año que acaba muriéndose Leonard Cohen no puede ser un buen año”. Pero no seamos elitistas, pensemos en los miles y miles de muertos de las guerras civiles que asolan el mundo y lanzan a la diáspora a millones de emigrantes obligados por el más elemental instinto de supervivencia.

Ahora bien: más tarde o más temprano, y por muy lloradas que sean, cualesquiera muertes no son sino inevitables. Lo que no fueron las dos aberraciones históricas fraguadas a partir de un hatajo (sic) de mentiras, sancionadas por esa arma de doble filo que es la dizque democracia: les hablo del Brexit y de las elecciones en los Estados Unidos.

Respecto del primero sólo cabe comentar que recién cuando ganaron sus partidarios, ellos mismos se dieron cuenta de la barbaridad a que habían dado lugar. Respecto de la elección de Trump sólo cabe esperar que el correctivo e imperativo categórico de la realidad les eche el freno a sus ideas más disparatadas.

(Ese correctivo puede llegar a funcionar incluso antes de que Trump resida en la Casa Blanca.

Hasta ahora, era temible y temido el proverbial elefante que entraba en una tienda de porcelana.

Pero si la mascota del Partido Republicano intenta hacerlo en una tienda de porcelana china, mejor es que se vaya curando en salud. Con los chinos no se bromea, y para Pekín la China es como la madre para el tanguero: sólo hay una, y ya ha prendido las lucecitas rojas de alerta; se acabó preventivamente —por ahora— la veda del elefante).

El inerradicable optimista que, pese a todo, y hasta puede que por puro masoquismo, vive en el más profundo recoveco del pesimista irredimible que soy, me recuerda ahora que la Academia Sueca, este año, en Estocolmo, saltó por encima de su sombra y le otorgó el Nobel de Literatura a un cantautor, es decir, a un poeta lírico que cambió la lira por la guitarra. Y el Comité Nobel, este año, en Oslo, le echó una mano al presidente de Colombia en su deseo de que llegue la paz de una vez por todas a su país.

No es que las noticias buenas equilibren a las malas, ni las anulen. Pero algo sí que consuelan. Sobre todo pensando en el coro de la canción que Bob Dylan le encargó a Patti Smith que cantase por él en Estocolmo: “es muy dura / la lluvia que va a caer”. A lo que Leonard Cohen respondería: “Sin embargo, puesto que es / Nochevieja / y tengo cáncer de labio / me colocaré mi / sombrero de papel en la / conmoción cerebral y bailaré”.

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