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Anonymous

Juan Carlos Gómez
29 de noviembre de 2015 - 11:42 p. m.

Nadie civilizado puede estar de acuerdo con la justicia por mano propia.

Por eso es tan grave que, aun en los países más desarrollados, el Estado luzca tan pusilánime a la hora de defender los derechos de los ciudadanos. Internet ha develado aún más la debilidad del Leviatán.

Hace más de diez años, una de las organizaciones más influyentes en internet es un grupo al que muchos consideran un “Robin Hood digital”: Anonymous. Sus acciones se han dirigido contra páginas web de gobiernos, agencias de seguridad, grandes corporaciones, congregaciones religiosas y contenidos on line de pornografía infantil. Sus miembros apoyaron grandes olas de activismo social como Occupy Wall Street y la Primavera Árabe y defendieron férreamente la difusión de Wikileaks.

Anonymous no tiene una estructura jerarquizada ni un liderazgo específico; se trata de la militancia de miles de personas que luchan en una especie de cruzada digital en pos de los valores que defienden y su idea de lo que debe ser internet.

Obviamente en su afán justiciero Anonymous no respeta las formas ni las reglas del derecho, lo cual le importa poco. Cuando el mundo se conmueve con un acto de terror, injusticia o de abuso estatal o empresarial, este grupo casi siempre reacciona de manera inmediata, utilizando sus armas cibernéticas.

Anonymous les ha declarado la guerra a organizaciones extremistas tan diversas como el Ku Klux Klan, Al-Qaeda, Isis y otros grupos terroristas, lo cual paradójicamente en muchos casos los hace aliados de gobiernos que han atacado o que los persiguen.

Después de los ataques terroristas que padeció París en la noche del viernes 13, Anonymous le advirtió a Isis que lo desaparecería de internet. Así fue como denunció y dio de baja miles de cuentas de Twitter, aparentemente de simpatizantes de los terroristas, aunque de paso afectó a personas que no tenían nada que ver.

El respeto a las garantías civiles, al derecho de defensa y al debido proceso, imposibilita que el Estado reaccione a la velocidad que lo reclama una sociedad atemorizada e indignada. Lo grave es que muchas veces es por la abulia, la falta de carácter –e incluso la corrupción– de algunos funcionarios públicos, que nunca se castiga a los culpables.

@jcgomez_j

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