Buen vivir y violencia

Julio Carrizosa Umaña
22 de diciembre de 2016 - 04:18 a. m.

El 80 % de los asesinatos políticos este año ocurrieron en el Cauca.

El Cauca ha sido para el resto de los colombianos ejemplo de desarrollo científico, de visión política y de creatividad. Francisco José de Caldas, Tomás Cipriano de Mosquera y el poeta Guillermo Valencia ocupan puestos singulares en la historia de la conformación de nuestra nación. La ciudad de Popayán ha sido vista siempre como muestra de la posibilidad de buen vivir urbano, sus grandes procesiones significaban el triunfo de la conquista y la unión final del país alrededor del catolicismo, su universidad fue la primera en crear la carrera de ecología. Nada concuerda con que el primer año de la paz se haya disparado el asesinato de líderes de la izquierda en el Cauca.

Fue en el paroxismo de la nueva Constitución cuando nos ilusionamos con la palabra digna y aportante de líderes indígenas caucanos que mostraban su sabiduría, sus sufrimientos y la enorme resistencia de las comunidades de origen prehispánico que durante siglos habían permanecido en las montañas caucanas, lejos y cerca de su capital, completando así la complejidad del ambiente caucano. Pocos meses después, en diciembre del 91, la masacre de Caloto demostró la fragilidad de ese buen vivir, la persistencia de esas guerras antiguas entre indígenas y conquistadores.

A principios de este siglo la situación se agravó, según el estudio de Camilo Echandía y Luis Gabriel Salas (2008), debido a la táctica de las Farc dirigida a mantener corredores para la exportación de drogas de uso ilegal. Fue también en esos años cuando la organización indígena reanudó con mayor fuerza sus reclamos sobre la propiedad de la tierra. Ambos procesos son muestra de las enormes dificultades que encontraremos en los años siguientes.

La derecha está en mora de protestar contra la violencia selectiva, contra el atentado personal. Con más energía, ha dicho repetidamente que se debe proteger a las Farc, pero no se han oído sus discursos acerca de la necesidad de parar ya los asesinatos de los líderes comunitarios, nos ha hecho falta su retórica. Discursos más directos y concretos podrían ayudar a que los vengadores, los que están tratando de establecer la justicia con sus manos, reflexionaran acerca de la tragedia que están generando.

Ojalá las palabras del papa ayudaran a que un primer acuerdo político entre los dirigentes caucanos condujera a evitar futuras víctimas, dándole así al país nuevamente ejemplo de buen vivir.

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