Burros y puercos

Nicolás Uribe Rueda
14 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

La democracia no es perfecta y, probablemente, como decía Churchill, es la peor forma de gobierno a excepción de todas las demás intentadas hasta ahora. Sus vicios son de toda índole y de todos los pelambres son los riesgos que ella entraña. Basta ver de qué manera a cada instante la democracia debe incluso proteger las libertades y derechos de aquellos que pretenden destruirla. Pasa aquí y pasa en todo el mundo.

Los sistemas electorales, aquellos que son universales, permiten que cualquiera pueda acceder a cargos públicos. Y con ese propósito terminan lamentablemente siendo ineficaces para evitar la llegada al gobierno de incompetentes o corruptos. La democracia es pues garantía de acceso, pero en ningún caso de buen gobierno. De hecho, los electores con frecuencia se equivocan en la decisión colectiva y terminan eligiendo burros y puercos para el desempeño de tareas públicas. Animales que terminan empobreciendo y retrasando las oportunidades para todos. La democracia en Colombia además suele estar acompañada de una trágica paradoja: Los mejores gobernantes no son necesariamente los más hábiles candidatos, mientras que burros y puercos tienen sobradas habilidades para ganar las elecciones a las que se presentan.

Bogotá ha sido víctima en los últimos años de los desatinos de la democracia. Durante 12 años estuvo gobernada por políticos habilísimos para contar chistes y echar cuentos, firmar contratos con serrucho e incentivar la lucha de clases y el odio entre los ciudadanos desde los balcones oficiales. Y mientras hacían todo lo anterior, gobernaron mal, se lucraron económica o políticamente y se olvidaron de la gente.

Luego de esta oscura noche, por fin nos gobierna en Bogotá alguien cuyas virtudes en el ejercicio de la administración pública ya ni siquiera se cuestionan por quienes obran como detractores. Se le critica, eso sí, porque no ejecuta el programa de los que perdieron en las urnas, sino el que por fin promovió con éxito en su campaña electoral. Un programa que en esencia busca para Bogotá dejar atrás la improvisación, la burocratización, la ideologización de la gerencia y la ineficiencia como regla general en el ejercicio del gobierno. Un programa para avanzar y recuperar 12 años tirados al garete, con contadas excepciones.

La administración de Bogotá, que como es natural no es inmune a los errores, tiene sin embargo claro el norte, tiene plan, tiene ejecutores y tiene recursos para convertir las ideas en realizaciones. Sin embargo, algunos ciudadanos impulsan la revocatoria del alcalde Peñalosa para impedir que exista un contraste entre el fracaso del modelo de izquierda que lideraron y el actual ejercicio de gobierno que no repara en cuestiones ideológicas, sino que tiene como prioridad resolver los problemas de la gente. Buscan revocarlo por hacer bien y rápido lo que dijo que haría, no porque ande vagando o divagando como sus predecesores.

Los promotores de la revocatoria fracasarán como fracasaron en el ejercicio del Gobierno. Lo harán por su propia incompetencia; pero, sobre todo, porque la gente no permitirá que la utilicen y que se lleven por delante la ciudad para satisfacer las ambiciones personales de quienes quieren gobernar a Colombia en el 2018.

@NicolasUribe

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar