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Cerrar la brecha

Gonzalo Silva Rivas
21 de septiembre de 2016 - 02:23 a. m.

El Gobierno decidió darle un nuevo empujón financiero a Satena para aliviarle las pesadas cargas económicas que desde tiempo atrás la mantienen volando en picada.

A través de un acuerdo le garantizará la subvención del 73 por ciento de su operación social, y como primer paso del compromiso le acaba de inyectar una cifra cercana a los $18 mil millones para lo que resta del año, destinada a compensar los costos de los servicios que presta por los antiguos territorios nacionales.

Satena no deja de  soportar tiempos turbulentos ante las pérdidas que genera la baja rentabilidad que le produce el cubrimiento aéreo de lejanas localidades sumidas en el atraso y castigadas por el conflicto, donde los bajos ingresos de los usuarios obligan a subsidiar las tarifas de ciertas rutas. La responsabilidad, otorgada por ley, supera sus propias capacidades y la ha puesto a dar tumbos en las últimas décadas, sin encontrar la fórmula mágica  que le permita carretear y tomar altura.

En 1996 sufrió uno de sus primeros y más graves infartos financieros, con pérdidas superiores a los $5 mil millones, pero fue al término de una discutida espera que le llegó la asistencia oficial para sacarla de la sala de urgencias. Catorce años después regresó al pabellón de cirugías, donde por culpa de otra profunda crisis, acelerada por escandalosos manejos administrativos y financieros, debió someterse a un cambió la naturaleza jurídica, que implicó su transformación en empresa de economía mixta. La prescripción de $98 mil millones para capitalizarse le auguró el inicio de una etapa de modernización que, por ahora, parece enredarse entre nebulosas.

En la fotografía actual, a su complicada operación comercial se suma el encarecimiento del dólar, un factor perturbador que le ha soplado en contra a lo largo de los últimos treinta y seis meses y que ya le triplicó el monto da sus obligaciones financieras. La aerolínea inició en 2010 un proceso de reposición y ampliación de su equipo aéreo, que incluyó la adquisición mediante leasing financiero de siete aviones, evolucionados con altos estándares de seguridad para operar en terminales de difícil acceso. La empresa debió regresar tres a sus proveedores y renegociar la reciente compra de otros tres. La flota de quince aeronaves, que se esperaba  incrementar, al contrario, se redujo a doce.

Satena es posiblemente la única presencia formal que tiene el Estado en las zonas de mayor conflicto y pobreza del país. Asume la forzosa exclusividad de prestar los servicios de carga y pasajeros a las regiones menos desarrolladas, es decir, las que padecen condiciones adversas en materia topográfica y de orden público y social, y en las que buena parte de las pistas operan con limitaciones en seguridad. Las circunstancias desfavorables que rodean su servicio le quitan competitividad frente al resto de aerolíneas privadas y la ponen en permanente posición de riesgo.

El aporte del Estado –que para futuro podría oscilar en los $25 mil millones- le surte oxígeno para equilibrar las pérdidas producidas por ese 73 por ciento de su operación, pero es insuficiente para garantizarle la meta de alcanzar una velocidad de crucero. La alternativa de que se le apruebe una capitalización para fortalecer su estructura empresarial se encuentra en manos del Congreso de la República, en el que desde hace meses duerme el sueño de los justos un proyecto por $120 mil millones presentado a esa corporación, por cuyos pasillos parecen volar otro tipo de intereses, posiblemente más patrióticos.

Es ahora –ad portas de firmar el próximo lunes el acuerdo de paz con el que el Gobierno pretende ponerle el bozal a las Farc tras tantos años de violencia-, cuando se requiere mejorar y extender la conectividad aérea por la Colombia marginal y deberá ser la aerolínea oficial la que ponga en marcha sus motores para estimular la actividad económica y comercial y promover el progreso de esas tierras tradicionalmente abandonadas. 

Sí la aerolínea logra capitalizarse, continúa el proceso de modernización y estandarización de su equipo y mantiene activo su programa de reestructuración administrativa y financiera para hacerse autosostenible -racionalizando gastos y generando ingresos propios sin menoscabo de su servicio social-, podrá convertirse en un aliado de mucha altura para el Gobierno, en su pretensión de cerrar la brecha de pobreza y desigualdad en la que se encuentra sumido ese otro medio país. 

gsilvarivas@gmail.com

@Gsilvar5

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