Choco encuentra una mamá

Beatriz Vanegas Athías
20 de septiembre de 2016 - 03:30 a. m.

Una de las peores desgracias que nos puede suceder a los humanos es carecer de una mamá.

Enunciando este dolor inicia “Choco encuentra una mamá” de la autora japonesa Keiko Kasza, un cuento que es ya un clásico de la literatura infantil contemporánea y que es harto conocido entre varias generaciones de promotores de lectura.

El bello cuento ilustrado cuenta la historia del pajarito Choco  quien se lamenta de su desgracia. Entonces emprende la búsqueda de una madre a su medida. Que también podría ser un padre, y aquí recojo una idea de la escritora colombiana Yolanda Reyes a propósito de su más reciente novela publicada “Qué raro que me llame Federico”: “Creo que todas las maternidades son construcciones culturales. No están exentas de dudas, dolores y amor. No siempre somos las mamás perfectas, los hijos tampoco. Esto tiene una cantidad de capas que quise indagar”.

Por ello Choco en su búsqueda se construye a sí mismo como hijo  e idealiza también a su madre en una suerte de construcción a su medida. La señora Jirafa no podría ser porque no tenía alas, aunque era amarilla como Choco; la señora Pingüino tampoco, porque Choco  tenía mejillas gordas y redondas y ella no; mucho menos sería la señora Morsa pues aunque tenía mejillas grandes y redondas como Choco, a la Señora Morsa le hacía falta las rayas que Choco tenía en sus patas.

Choco desconsolado siguió deambulando por el monte-bosque hasta que a lo lejos divisó a la señora Osa.  El pajarito de inmediato la descartó porque de lejos se veía que no tenían nada en común. Sin embargo, la señora Osa indaga sobre cómo imagina Choco a su mamita. Tendría que abrazarlo, tendría que alzarlo y besarlo, tendría que cantar y bailar con él. A medida que Choco idealiza a la madre que no tiene, la señora Oso cumple lo que Choco desea. Y se van a casa de la señora Oso donde ¡Oh sorpresa!:” Tan pronto como llegaron, los hijos de la señora Oso salieron a recibirlos. Choco, te presento a Hipo, a Coco y a Chanchi. Yo soy su madre.”

En ese hogar disímil y diverso pero pleno de calor y afecto Choco se sintió feliz de que su madre fuera tal y como era y de tener hermanos tan distintos.

Choco encuentra una mamá que está dispuesta a amar y a protegerlo a pesar de las diferencias, igual a Hipo, a Coco, a Chanchi. La madre que halla Choco representa a un ser humano que respeta la diversidad y que entiende que amar no es un asunto de lazos sanguíneos ni de mamá y papá. Amar en familia, como ocurre en tantas y tantas regiones para las que no se legisla en el Honorable Congreso, es un asunto de solidaridad y estabilidad que muchas veces ignoran las familias amparadas en una tradición cristiana y discriminadora como la colombiana, lideradas por senadoras como Viviane Morales que carece de argumentos morales,  laicos y racionales para decidir qué es y qué no es familia en una realidad tan cambiante como la colombiana.

 

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