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Como sea

Arlene B. Tickner
02 de diciembre de 2015 - 04:15 a. m.

En la medida en que han crecido la crisis interna en Venezuela, el descontento con el gobierno y la ventaja de la oposición, las posiciones oficiales ad portas de las elecciones legislativas del 6-D se han endurecido.

Las amenazas de Nicolás Maduro de que la revolución “no será entregada” y las manifestaciones explícitas de violencia en contra de algunos opositores son tan solo las más visibles de las estrategias empleadas para defender el chavismo “como sea”. Estas incluyen el encarcelamiento de líderes de la oposición, el inhabilitamiento y acoso jurídico de sus candidatos, el abuso del erario público, la monopolización de los medios y la restricción de las libertades civiles en zonas neurálgicas del país.

Según un estudio reciente de la ONG Control Ciudadano, en los cuatro estados fronterizos en donde el gobierno de Maduro declaró el estado de excepción y en donde la oposición es mayoría, no solo se encuentran restringidas las garantías constitucionales sino que el despliegue de 30.000 militares ideologizados y con derecho al voto para “garantizar el orden público” puede alterar los resultados electorales. La movilización de la Milicia Nacional Bolivariana en 99 Áreas Estratégicas de Defensa Integral activadas recientemente tiene fines de control similares.

La manipulación también se observa en los medios y el sector estatal. Las interrupciones presidenciales de las transmisiones de las cadenas nacionales de radio y televisión para emitir mensajes del oficialismo y respaldar a sus candidatos han registrado un crecimiento significativo con el acercamiento de las elecciones, así como la agresividad con la que el sistema “1 x 10” se ha impuesto entre el sector público para que sus funcionarios aseguren diez votos adicionales al suyo.

Aunque la diferencia de posiciones ideológicas entre los estados miembros de Unasur ha impedido hasta ahora que el organismo asuma una postura más asertiva frente a la crisis venezolana, el hecho de que Maduro ya esté cruzando la delgada línea que existe entre el “autoritarismo competitivo” y el simple autoritarismo hace mucho más costoso no hacer nada. De allí que la misión de Unasur que acompañará las elecciones enfrente, en medio de las condiciones restrictivas impuestas por el gobierno, un reto mayúsculo a su credibilidad.

Si después de todo pierde el chavismo —como se prevé—, los países latinoamericanos no reaccionan oportunamente y el poder no se entrega, existen dos escenarios posibles. Primero, Maduro reconoce los resultados y procede a quitarle funciones a la Asamblea Nacional y a gobernar exclusivamente por decreto, con miras a desmentir aquellos escépticos que afirman que en Venezuela la democracia no existe. Segundo, se desconocen los resultados, se materializa la escisión existente al interior del chavismo, toman el poder los militares y el ala nacionalista (y criminalizado) liderado por Diosdado Cabello, la crisis institucional se profundiza, junto con la revolución en las calles, y la violencia aumenta.

Como si ya anticipara este funesto desenlace y preparara a los venezolanos, así como a la opinión regional e internacional para lo que viene, Maduro advirtió hace poco: “¿Ustedes entienden cuando yo digo como sea? Esta patria no la vamos a vender”.

 

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