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Cómplices del robo de celulares

Jorge Eduardo Espinosa
21 de marzo de 2016 - 02:00 a. m.

Pedro camina a paso apurado por la calle 13 con avenida Caracas en Bogotá.

Tiene las manos en los bolsillos de un saco gris con capucha, unos jeans rotos y con barro en las rodillas, la cara sudada y mugrienta. Entra al centro comercial Las Avenidas y una vez en el pasillo, se detiene, mira qué local está sin clientela, le pone el ojo, se dirige hacia él. El dueño del local lo ve venir, se cruza de brazos, espera. Pedro saca la mano derecha del bolsillo, le muestra el celular, empiezan a negociar. Es un iPhone 6, tiene la pantalla fracturada, está bloqueado, hay una imagen de un perro en la pantalla. No pasan treinta segundos, y el dueño le ofrece cien mil pesos por el teléfono. Pedro, que sabe, le pide doscientos mil. El negocio puede cerrarse en menos de tres minutos.

Nada de esto que cuento es nuevo en Bogotá. Desde hace años, la policía y las distintas administraciones saben que el principal comprador de celulares robados está allí, en los varios centros comerciales de la 13 con Caracas. En aquellos locales, además de celulares robados, venden computadores, portátiles, pilas, audífonos, tabletas. En la calle, frente a los comercios, hay 30 o 40 individuos que tienen un único trabajo: observar. Sí, ladrón que se acerca, ladrón al que hay que preguntarle qué ofrece y cuánta plata quiere. Luego, si hay oportunidad de negocio, lo lleva al local del patrón y allí concluye la venta. Volvamos a Pedro, que hubiera podido vender el iPhone 6 que había “robado” en doscientos mil pesos. En el local del frente, atendido por una mujer, pregunto por un iPhone 6. Sí, me dice, tenemos uno, de 16 de memoria y con cargador. Cuánto, le digo. Un millón doscientos, contesta. Supongamos que logro una rebaja y lo compro en un millón cerrado. Haga usted el cálculo de la ganancia.

Según Asomovil, la Asociación de Operadores Móviles, durante el 2015 en Colombia se bloquearon alrededor de un millón 800 mil celulares por perdida o robo, y se reportaron cerca de 600 mil celulares robados. Acá, claro, no es posible calcular el sub registro, es decir, aquellos que no denuncian. Sí sabemos que muchos, en una medida u otra, somos cómplices del delito, ayudamos, comprando donde no debemos, a que el negocio sea cada día más rentable. Igual pasa, por ejemplo, con el robo y venta de accesorios de carros. A uno le roban el espejo, y a la mañana siguiente uno va y compra el mismo espejo robado. Volvamos a los celulares.

Este negocio, tanto o más rentable que la venta de droga, produce cada semana una noticia: se desmantela una banda, se incautan de cientos de teléfonos robados, o aquella de la última semana de febrero: la captura de alias “Gorila”, el supuesto líder de la principal red de comercialización de celulares robados en el país. Tan importante fue, que el mismísimo presidente Juan Manuel Santos se lo contó al país a través de su cuenta de Twitter. Dato: el tal “Gorila” trabajaba en la calle 13 con Avenida Caracas. Bien por la policía. Sin embargo, todos sabemos que a las dos horas de la captura de “Gorila”, ya su puesto lo había tomado otro animal, y el negocio seguía intacto, como si nada hubiera pasado.

Hay que dejar de decirse mentiras y de echarse cuentos. Si todos sabemos dónde está el gran centro de operaciones de los robos de celulares en Bogotá, ¿por qué sigue abierto y funcionando? ¿Alguien de verdad cree que con la captura de “Gorila” o de “Mico” o de “Lagarto” se acaba el problema? ¿A quién protege la policía y, en general, las autoridades cuando deciden hacer la fácil, capturar a un “supuesto líder”, pero no tocar a los comercios y a los empresarios que son los que compran, cada día, los celulares robados? Estado de las cosas: capturar al “Gorila”, celebrarlo en Twitter, mientras que, en las calles, al que lee el trino de Santos lo apuñalan para robarle el teléfono. Aplausos.

@espinosaradio
 

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