Cuba: ¿agroquímicos o sostenibilidad?

Juan Pablo Ruiz Soto
30 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.

Fidel Castro es, sin duda, un hito en la historia del mundo contemporáneo.

En su momento -que no fue corto, pues como Comandante en Jefe estuvo por casi 50 años al frente de Cuba-, fue gestor de grandes cambios. Pero el mundo sigue su dinámica y ahora incluso Cuba tiene que cambiar. Se abren grandes interrogantes.

Hoy, la mayor parte del territorio cubano pertenece al Estado. Lo que significa que los gobernantes toman decisiones sobre su uso. Para los inversionistas del mundo entero -chinos, norteamericanos, europeos y los de todo tipo, incluidas las grandes corporaciones-, la muerte de Fidel y la apertura económica con Raúl Castro son una oportunidad. En medio, están los habitantes de Cuba, tanto urbanos como rurales. En esta época de extremos, grandes peligros se ciernen sobre la isla.

Los interrogantes sobre el uso del suelo y los recursos naturales son múltiples: ¿Quiénes apropiarán los excedentes asociados a los procesos productivos y a la renta del suelo? ¿Cómo se usarán los recursos? ¿Qué impacto tendrá todo esto sobre la sostenibilidad?

La Cuba de Fidel vivió dos experiencias extremas: desde monocultivos de caña de azúcar en extensión ocho veces superiores a los del Valle del Cauca, con sus efectos negativos por uso intensivo de agroquímicos y degradación ambiental, hasta agroecología y agricultura orgánica urbana con beneficios en sostenibilidad ambiental y autonomía alimentaria. 

En la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Rio de Janeiro, 1992), el discurso de Fidel fue un claro reflejo de esta situación contradictoria. Hizo un excelente diagnosticó sobre las desigualdades entre países y cómo el uso intensivo de energía, el consumismo, y el despilfarro en las economías ricas estaban destruyendo la sostenibilidad del planeta; señaló la necesidad de una mejor y más justa distribución de la riqueza, y pidió pagar la deuda ecológica para buscar la sostenibilidad planetaria. Hizo un llamado a la transferencia de tecnologías limpias y recursos para apoyar el desarrollo sostenible en los países pobres. Su visión coincide, ampliamente, con aspectos incluidos en el Acuerdo de Paris (2016) que se reglamentarán en el 2018.

Su discurso fue prospectivo en ciertos temas y débil en otros. No elaboró una alternativa desde la perspectiva del comunismo. Tampoco incluyó una revisión crítica de cómo el comunismo contribuyó al deterioro ambiental local y global, incluido el negativo efecto sobre la salud de muchos trabajadores en fábricas y ciudades de países comunistas altamente contaminados.

La muerte de Fidel abre grandes interrogantes. No solo en términos políticos y sociales, sino también ambientales. En agricultura, Cuba puede ir desde la concesión de sus suelos fértiles -hoy relativamente abandonados- a multinacionales agroindustriales para que los aprovechen con monocultivos, intensivos en uso de agroquímicos que generan gran deterioro ambiental, hasta el impulso de la producción campesina agroecológica y la agricultura orgánica urbana focalizada en la autonomía alimentaria y el buen uso, conservación y recuperación de su base natural. Cuba tiene conocimiento y experiencia en ambas prácticas y es tierra fértil. No sabemos qué rumbo tomará; los riesgos son muchos y muy grandes.

* Miembro Consejo Nacional de Planeación. @Juparus

 

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