DARÍO ECHANDÍA: Olaya Herrera y Monseñor Carrasquilla (VII)

Hernando Roa Suárez
09 de noviembre de 2016 - 04:59 p. m.

Dos homenajes magistrales de un gran colombiano.

Hoy nos ocuparemos de dos oraciones magistrales del Maestro Echandía: El discurso pronunciado en el homenaje fúnebre al Expresidente Enrique Olaya Herrera,  el 20 de febrero de 1937, y su intervención en el acto conmemorativo del centenario del natalicio de Monseñor Rafael María Carrasquilla, el 17 de diciembre de 1957. Invito al lector a contrastar el lenguaje, el nivel de análisis y los ideales de Darío Echandía con los utilizados por ejemplo –a raíz del Plebiscito de 2016- por ciertos “ invertebrados intelectuales” que solo beneficios personales y familiares han obtenido con su ejercicio politiquero y mediocre de la más bella de las vocaciones: La Política


La vida de Olaya Herrera.   “Recordad conmigo el comienzo de su carrera fulgurante, cuando francotirador de un partido, se echó al campo, con el fusil al hombro, contra la inequidad. El fragor desordenado y heroico de la contienda civil debió templar su ánimo en una estoica dureza, rebelde a las solicitudes de la molicie y firme ante las deprimentes acometidas del dolor. De aquella hoguera de la lucha armada, debía salir limpio y fuerte, listo al combate sin tregua contra todo lo que pareciera menos congruente con sus ideales de victoria”.


“Olaya Herrera mozo, estudiante de las ásperas disciplinas del derecho y soldado de la guerra intestina, tratando de romper con la boca de su fusil insurgente la trama espesa de un orden legal que ahogaba entre sus mallas el derecho; el bello espectáculo de la inteligencia temprana abierta a un nuevo ideal de justicia, y del generoso corazón que se lanza a realizarlo temerariamente por la sola fuerza de su generosidad y de su arrojo; ved ahí en un primer rasgo de la vida ejemplar de este varón preclaro, algunos de los atributos esenciales del pueblo colombiano”…“Años de estudio, de esfuerzo por perfeccionarse, de experiencias preciosas en la administración y en la política, de lucha desde el gobierno unas veces, otras en el periodismo o en lides parlamentarias, con una maravillosa actividad que no descansa en la tarea de experimentar y revaluar”.


“Así llegó rico de experiencias y endurecido en todas las luchas hasta la áspera prueba suprema de su vida. El partido liberal súbitamente había encontrado su camino histórico. Un caudillo civil se lo había señalado. Olaya Herrera fue el  nombre que el partido enarboló como enseña de triunfo y el triunfo sobrevino y con él la tremenda responsabilidad del ejercicio del poder. Olaya Herrera fue el modelador supremo de ese triunfo. Tenía un concepto del momento histórico y político incompatible con la idea de intentar un gobierno de partido. Su concepto de la democracia le imponía no simplemente la obligación de garantizar a todos los ciudadanos por igual su derecho, sino el de hacerlos participar, por igual, en el ejercicio de poder público”.


“Dos hechos parecen haber ejercido influencia determinante en el desarrollo de sus propósitos de gobierno: de un lado, su política con el partido conservador, que quiso fuera siempre de amistosa cooperación; y de otro, el grave conflicto internacional que dominó por entero los dos últimos años de su ejercicio presidencial”.
“En el propósito de cumplir su programa de concentración nacional fue de una voluntad indomable. Ni la incomprensión ni la diatriba, fueron parte a quebrantar su promesa de hacer un gobierno con elementos de los opuestos partidos. En la defensa de los fueros de la patria se le vio incansable y múltiple, sereno siempre, atento a todos los sectores de la lucha, hasta el fin”.


“Por este periodo tempestuoso pasó, habiendo logrado conservar en su gobierno la tranquilidad interna, el decoro internacional del país y el ejercicio democrático”…“Cuando dejó el solio fue exaltado por el entusiasmo de las multitudes liberales como el iniciador de la nueva era”.


“Ahora su memoria excelsa se destaca con relieves fortísimos sobre el panorama de nuestra patria. ¿Cuál es su íntimo significado? ¿Cuál la enseñanza de su vida heroica? Desde los días de la guerra civil, en que luchaba por un ideal de libertad, hasta las horas desveladas del gobierno en que se esforzaba en realizar ese mismo ideal, he aquí que su vida corre como un símbolo recóndito de los destinos de nuestro pueblo. Su honda, su mantenida fe democrática es la esencia purísima que le da unidad y significado trascendental a su existencia. Sirvió a la República con la convicción fuerte de que solo cuando el poder se ejercita en beneficio de todos se podrá decir que se ejercitan las instituciones jurídicas realmente; inició una transformación de las costumbres políticas que desde entonces no ha cesado de proseguir camino adelante, pero siempre ante los ojos el ejemplo de su agudo sentido de las realidades concretas, freno imprescindible, piedra de toque que nos ha de mostrar muchos peligros que evitar en el escabroso sendero del triunfo. Su figura será enseña de triunfo. Ya no volveremos a verlo enhiesto, con el brazo en alto, señalándonos con su voz de prodigiosas orquestaciones el camino del deber o la meta de la victoria. Su cuerpo exánime, en este mismo momento estará entregándose al reposo de la tierra más rica en historia de las que alumbra el sol. Pero su imagen desencarnada ha de quedar perennemente viva ante los ojos del liberalismo colombiano como una admonición y una esperanza”. Reflexionemos ahora sobre el texto echandiano a propósito de Monseñor Carrasquilla.


El pensamiento filosófico y político de Monseñor  Carrasquilla. “La memoria clarísima de Monseñor Carrasquilla nos congrega hoy, al amparo de estos claustros gloriosos que guardan el recuerdo de su palabra armoniosa y sapiente y se decoran con el recuerdo de su vida ejemplar”.  “Solo mi carácter de rosarista y colegial de número, de discípulo, así sea el último, del prócer cuyo recuerdo nos congrega, puede explicar mi presencia en esta augusta solemnidad y en esta prestigiosa tribuna. Permitidme, pues, que, como homenaje a la memoria del doctor Carrasquilla, me limite a recordar los años lejanos que viví en el recinto de estos claustros, bajo la rectoría de su mente esclarecida y el influjo de su palabra magistral”.


“Perteneció Monseñor Carrasquilla a aquella eximia categoría de hombres para quienes la vida tiene su razón de ser y encuentra su finalidad suprema en el culto constante y desinteresado de las ideas. Otros puede haber que pretendan servirse de las especulaciones intelectuales como de instrumentos dóciles, pretextos ingeniosos o medios expeditos de realizar cálculos egoístas o sectarios, o satisfacer mezquinas codicias materiales; él creía que los valores espirituales son lo único que justifica la existencia y le da sentido; para él solo contaban la libertad y la perpetua actividad del espíritu. Fue un profesor de seriedad en el pensar y nobleza en el sentir”.


“Fue, pues, la suya, una inteligencia integrada en un sistema, sólidamente estructurada sobre un dogma; lo que significa que fue todo lo contrario de un dilettante. Pero también fue todo lo más opuesto a un sectario. Su fe religiosa y su fuerte complexión mental lo libraron de caer en el escepticismo ligero y superficial que acoge todos los sistemas, tomándolos por risueños juegos de la imaginación o por secas y presuntuosas mitologías”.


“¿Era acaso el doctor Carrasquilla un ecléctico? No, por cierto; pero nada más extraño a su temperamento que la rigidez inflexible del sectario, del invertebrado intelectual, según el mote incisivo de un agudo ingenio. Fue, al revés un espíritu crítico, abierto y sereno, dotado de una capacidad mental lo bastante amplia al mismo tiempo que disciplinada, para permitirle adentrarse en lo más hondo del ajeno pensar y simpatizar intelectualmente con aquellos mismos sistemas que combatió sin tregua en sus obras y en sus enseñanzas”.


“Y así, de su Cátedra emanaba un noble sentimiento de tolerancia, que le permitía combatir una doctrina sin perjuicio de comprenderla; luchar contra las ideas que consideraba falsas, sin odiar a quienes las defendían de buena fe. Y entendía que esta manera de pugnar contra las ideas y no contra los hombres era la única compatible con el espíritu verdaderamente cristiano. Nunca pensó que una doctrina pudiera imponerse por la violencia, y menos aquella que se funda en el postulado del libre albedrío y en el mandamiento del amor al prójimo como a nosotros mismos”.


“… Los discípulos del doctor Carrasquilla sabíamos bien, y por experiencia, que el hecho de estar afiliados a uno u otro de los partidos, no influía para nada ni en favor ni en contra de los alumnos en el ánimo del Rector”. “Aquí a nadie se imponen ideas ni opiniones en asuntos meramente políticos” decía. Y como lo decía, lo practicaba. “Los conciliarios, los catedráticos, el Rector, no aspirábamos a ganarle soldados a este o aquel caudillo, a uno u otro fervor político que hoy es y mañana no parece”, agregaba. “En una palabra: su política era cerebral y no instintiva o pasional. Los jóvenes, observaba alguna vez, se apresuran a afiliarse a un partido político por simpatía o por raza. Rara vez lo hacen por convicción racional. Y agregó en aquella ocasión: `yo también fui mozo, me apasioné por utopías que resultaron desastres al reducirlas a la realidad. También yo creí en hombres; hoy creo en las ideas; juré homenaje a partidos; hoy se lo rindo únicamente a los que juzgo verdad”.
“La política, así entendida, es, verdaderamente, la “ciencia y el arte del gobierno”, y se traslada de las regiones de los odios y de los egoísmos al plano superior en que se debaten las ideas y campean los más altos y depurados sentimientos patrióticos”. Y culmina su intervención sosteniendo:
“Hoy más que nunca sus discípulos, cualesquiera que sean las discrepancias y contradicciones que la vida haya suscitado entre nosotros, sentimos que nos liga un vínculo infrangible; y que su desdén por los intereses transitorios y efímeros y su devoción por aquellas puras, inmóviles y buen aventuradas ideas con que soñó Platón, deberán inspirarnos perpetuamente en la lucha sin fin por el advenimiento de la justicia y la defensa de la libertad”.


Notemos entonces que, con Presidentes de la estructura  personal y el liderazgo de Enrique Olaya Herrera y  maestros como Monseñor Carrasquilla, podemos explicar  -parcialmente-  el surgimiento de personalidades,  alumnos y copartidarios de la calidad humana de Darío Echandía. ¡Cuánto aprender de estos liderazgos!  roasuarez@yahoo.com Miembro de La Paz Querida.

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