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DARÍO ECHANDÍA: Sobre su pensamiento (IV)

Hernando Roa Suárez
19 de octubre de 2016 - 03:03 a. m.

“A él no se le puede pedir silencio cuando su ánima se siente contrariada por algún desnivel en la aprecia¬ción de la realidad nacional o de las categorías del entendimiento. Es su sello y su don”. Otto Morales Benítez.

Para el abordaje de esta dimensión, me ocuparé de  presentar [1]  cada uno de los tomos de su Obra Selecta, según la selección realizada por Aníbal Mendoza Noguera y editada en buena hora por el Banco de la República en 1981. Invito al lector a deleitarse con la seria elaboración del pensamiento occidental progresista, producido por un maestro de la política y la juridi¬cidad, que se encuentra en estos cinco tomos y de los cuales estas columnas son solo una inducción a su lectura y disfrute integral.

TOMO I. DE HEGEL A MARX Y FILOSOFÍA DE UN CAMBIO. Contiene un cuidadoso y extenso Prólogo de Otto Morales Benítez que se refiere a todos los tomos. Después, está el Ciclo de Confe-rencias que dictó en la Facultad de Filosofía de la Universidad del Rosario y que se titulan: De Hegel a Marx. En tercer lugar, encontramos un con¬junto de temas de teoría y filosofía política, dictado en la Biblioteca Nacional de Colombia en 1954, bajo el título: Filosofía de un cambio. (La reforma consti-tucional de 1936). Aquí se encuentran desarrollados los siguientes temas: Filosofía de un cambio: Garantías del Estado a los individuos; Técnica económica y jurídica para la justicia social; Limitación de las facultades legislativas; Intervención de la economía; Orden público económico; El patrimonio espiritual;  y los Derechos Humanos.

Prólogo. Detengámonos en el texto preparado por Otto Morales Benítez: DARÍO ECHANDIA: UN MAESTRO DE LA IDEOLOGÍA LIBERAL. El lec¬tor encontrará una descripción paulatina de las características de quien conoció bien de cerca, destacando su eticidad en el ejercicio de su labor política, el desprendimiento frente al poder y sus “éxitos par¬lamentarios, contribución al cambio de las estructuras estatales, avance en la democratización de la cultura, sentido social de la responsabilidad del Estado y sus gobernados, etc…, etc”. Revisemos: “Estas “Obras selectas” del Maestro Darío Echandía, nos per¬miten hacer un repaso saltuario del algunas de las tesis que él ha sostenido durante su activa vida intelectual. Él, cardinal¬mente, ha sido un hombre de pensamiento, arraigado en sus concepciones jurídicas de noble estirpe, orientadas al servicio colectivo. Leyéndolo, nos hallamos, con su firme vocación hu¬manística, resplandeciente en la remisión a las culturas más antiguas y haciendo resaltar, su identificación, con las corrien¬tes modernas, en sus expresiones científicas, en las ciencias so¬ciales o en la literatura. Con semejantes atributos, era natural que se encaminara a la vida política colombiana. Su generación básicamente estuvo atada a dos nortes esenciales: la acción pú¬blica y la renovación de las estructuras culturales del país. Él, considero, también, que no podía hacerse al margen y dejar de colaborar con sus compatriotas en el mejoramiento de los causes comunitarios por los cuales debe discurrir nuestro pro¬ceso democrático. Fue una actitud normal en quienes, en In¬doamérica, entendieron que su destino personal no podía ser indiferente al de sus pueblos”.

“Hombre de fino ademán, con discreción en la cual asoma su buena condición humana, sin jactancias y sin afanes, su com¬pañía es estimulante por todo lo que regala al interlocutor. Él mismo ha dicho cuál es su origen, el cual explica muchos de sus gestos: “Me gusta mucho la naturaleza. Mis recuerdos de infancia, están en los cafetales de Chaparral. Mis antepasados sembraron café”. Ese ancestro campesino le da una presencia de gentilhombre, que va puliendo entre salones de políticos, emba¬jadores y en los besamanos del Vaticano. Eso sí, nada le borra su peculiar idiosincrasia, que es la del contradictor. Esto ocurre cuando está en el coloquio intelectual, político y universitario. Una tesis que no acepta, lo ponen en vigilia. Una palabra mal empleada, necesita volver a su cauce originario, a su seguro espacio filológico. Un principio mal enunciado o que se trata de torcer, para darle un valor jurídico circunstancial, despierta al contendiente intelectual. Y lo mismo frente a una afirma¬ción política que no comparte, o una crónica histórica, o la simple cita de un autor literario de circulación en la época del diálogo. Él, entonces parece despertarse –pues se apoya sobre sus espaldas- y brinca, lleno de energía, de énfasis, de pasión, que confunde a quien no lo conoce en la intimidad. Y sin querer ufanarse de sus conocimientos, van sobresaliendo con riqueza y con orden lógico. Es cuando su respiración se vuelve más dinámica; el ojo brillante, la mano subrayando cada pá¬rrafo, la cabeza en actitud avizorante, el labio estremecido, la acción inundada de una vitalidad dinámica. Y cuando termi¬na de exponer su pensamiento, vuelve a su antigua posición, como pidiendo perdón por su irrupción crítica. Esta posición no la ha perdido nunca. Inclusive en los últimos años, en los más cercanos a esta publicación, su juicio sobre los problemas nacionales, ha tenido el acento de sincera limpieza que lo ha singularizado siempre.

Al incorporarse a la política, venía con sus amplios mereci¬mientos. Estos y su calidad intelectual de profesor, le conquis¬taron fácilmente el calificativo de Maestro. Nadie ha osado discutírselo…”. “Y otra cualidad más: en medio de ese pavonea¬do circo de la política, su capacidad de no demandar nada para sí, de no forzar ningún homenaje; de no insistir en la permanen¬cia de su nombre; de no perturbar con el rumor de su sabidu¬ría; de no codear a nadie para que regresara la mirada sobre su estampa de prócer sin ostentación. El país le debe muchos actos de verdadero valor civil. Cada vez que tuvo que actuar así, lo hizo sin que hiciera aspaviento de su actitud. Era como un acto elemental de la vida diaria. Aún más: entre sus contem¬poráneos, nadie tiene heridas porque a ninguno le disputó su destino con triquiñuelas. Cuando lo exaltaron, fue porque hacia él confluyeron las miradas de admiración nacional. No hizo un solo acto que pusiera en entredicho su vocación de solidaridad con sus compañeros en diferentes batallas. A quienes debía entregarles compañía, se las dio con generosidad. Ninguno de éstos pudo indicar a Darío Echandía como enemigo de su aspiración, legítima o torticera. Nunca él discutió las razones de las sinrazones políticas de sus camaradas de travesía. Así adquirió un nuevo título a la predisposición de su corazón para no juzgar, con mezquindad, el paso de sus hermanos a su lado”.   roasuarez@yahoo.com Miembro de La paz querida.
 
Referencia:
[1] Después de la Introducción a cada uno de los tomos, el lector encontrará extractos del pensamiento del Maestro Echandía sobre algunos de los componentes de ellos. El autor espera así, facilitar que el lector aborde la totalidad de la obra y disfrute la sabiduría allí contenida
 

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