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Democracia en crisis

Marcos Peckel
03 de agosto de 2016 - 03:00 a. m.

Hace algunos años un golpe como el que Daniel Ortega le propinó al parlamento nicaragüense expulsando a los diputados opositores habría suscitado rechazo del continente comenzado por Estados Unidos.

Esta vez solo una sensación de déjà vu, un encogimiento colectivo de hombros, una demostración patente del acelerado retroceso de la democracia liberal como forma aceptada de gobierno a lo largo y ancho del planeta. El sistema democrático basado en la voluntad popular, la división de poderes, la prominencia de partidos políticos, parece ser  víctima del “principio de Peter”: llegó a su nivel de incompetencia, incapaz de reinventarse, enfrentar los desafíos del mundo actual y superar sus propias falencias.

La erosión del  Estado de bienestar, la  cada vez más lacerante desigualdad, la desesperanza de las clases medias frente al futuro y  un sistema financiero antropófago  es lo que padecen amplios sectores de la población en las sociedades democráticas, especialmente en Europa presa de fuerzas centrifugas, el Brexit entre otras,  que amenazan la paz,  su unidad y  el orden imperante desde la segunda guerra.  En las nuevas democracias de Europa del este, América Latina, Asia y África reina  además una imparable corrupción  que succiona hasta el fondo  los recursos públicos.

Los síntomas de la crisis democrática son evidentes. La aparición de “gobernantes fuertes” que a través de acrobacias  jurídicas, alianzas con sectores afines,  cooptación de los poderes, restricciones a la libertad de prensa, eliminación de los partidos políticos  y  persecución de opositores, dan origen a una nueva estructura del Estado   en la que se enquistan en el poder con un mensaje mesiánico. A los Chávez de nuestro medio les han salido decenas de clones  por doquier,  unos ya en el poder, otros como  Marine Le Pen en Francia esperando su turno y  cuyo faro son Vladimir Putin y Xi Jinping. 

La crisis de la democracia  amenaza el orden liberal que se había medio afianzado en el planeta  desde el fin de la guerra fría, dando paso a un orden caótico, exacerbado por el declive de Estados Unidos como hegemón. Las declaraciones del Donald Trump respecto a la OTAN y  los tratados de libre comercio  constituyen una doble carga de profundidad contra el actual sistema de seguridad global y la globalización económica. 

La impotencia que exhiben los  organismos internacionales para enfrentar el nuevo bravo mundo del siglo XXI es síntoma evidente de la crisis de la democracia y el entierro de tercera que están padeciendo  valores que se consideraban sacrosantos como los  derechos humanos y la responsabilidad para proteger, que han naufragado, especialmente en Siria, ante la inacción de la ONU. En el mundo podrían resurgir las guerras entre Estados mientras que  en América los organismos regionales han sido dinamitados por Venezuela. 

Decía Winston Churchil “la democracia es el peor de los sistemas con  excepción de todos los demás”. Pareciera que el mundo está  entrando en la era de “todos los demás”.  

 

 

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