Desfachatez

Danilo Arbilla
21 de diciembre de 2016 - 03:25 a. m.

-Lo de Evo es maravilloso, comenté a un informante. - ¿ Maravilloso? Es una desfachatez, me respondió mi consultado, un exdiplomático boliviano.

¿Desfachatez?: Descaro, desvergüenza Quizás sea peor: una nueva mutilación a la democracia en el marco de los afanes y propósitos progresistas.

De todas maneras lo de Evo Morales no deja de ser maravilloso (que tiene que ver con milagro y cosas mágicas): acaba  de anunciar que se presentará a la rerrerreelección en las elecciones de 2019.

Lo curioso es que ello no sería posible por cuanto la Constitución de 2009 se lo impide. Y se trata de la Constitución hecha por el propio Evo y por la que se creo la “Bolivia multiétnica y pluricultural”.  Pero además, y por las dudas, en febrero pasado el pueblo boliviano rechazó en referéndum un intento de Evo y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), para reformar la Constitución con el propósito de permitir esta cuarta y consecutiva aspiración presidencial.

Y he aquí algo de lo  maravilloso: Evo y su gente dicen que habría que  hacer un nuevo referendo porque en realidad el de febrero lo perdieron por muy poquito (el 50% voto en contra y a favor el 49%) y eso debido a la “insidia” de la prensa y a un “complot” de cuatro medios de comunicación a los que el oficialismo boliviano acusa de ser “el cartel de la mentira”.

Pienso que cabe lo de descaro y desverguenza, ¿no?

Esto de repetir los referendos una y otra vez, hasta que el oficialismo gana, es muy bolivariano. El primero en aplicarlo fue el inefable Hugo Chávez.  Maduro no pudo recurrir al método porque no tenía muchas chances: si perdía el referendo revocatorio tenía que  irse. Entonces resolvió anularlo. Todo muy bolivariano y progresista.

Pero Evo no se queda ahí; como dicen sus propios militantes, “es muy  pícaro”. Maneja otras tres vías para continuar en el poder: renunciar seis meses antes de finalizar su mandato (esto lo habilitaría, eso sí, con una Constitución muy golpeada); que el Parlamento reforme la Constitución  (incluyendo una reelección indefinida para todo tipo de gobernante); o  recurrir al Tribunal Constitucional.

Lo del Tribunal no es la última carta de Evo, sino que es la que tiene en la manga. Ya para su tercera reelección (violando la norma máxima) hubo una interpretación por la que el primer periodo presidencial de Evo (2004-2009) no se tomaba en cuenta  porque era otra Bolivia (otro país, digamos), el que con la Constitución del 2009 pasó a ser un Estado  “multiétnico y pliuricultural”. Aunque ustedes no lo crean.

Lo más grave de todo es ver cómo el progresismo, muy particularmente el “progresismo” bolivariano-socialista, va aniquilando la democracia, desfigurando, devaluando y aniquilando su esencia y  sus fundamentos: no cumpliendo con la ley y la Constitución y eliminando la libertad de expresión y de prensa y con  la falsificación y prostitución de los procesos preelectorales y las elecciones.

Prácticamente todos --Chávez, Evo, Lula, Ortega, Mujica, Dilma, Correa, Kirchner-- buscaron llegar al poder directamente por la vía violenta, golpe de Estado o, en casos, se afianzaron en el poder por atajos no constitucionales y nada democráticos.

Despreciaban la democracia formal y parece que al final van a conseguir destruirla. Lo que no pudieron hacer desde afuera, lo hacen desde adentro, valiéndose y abusando de esa “democracia formal” (la verdadera).

Lo más triste es que la Unasur de Samper, la OEA de Insulza,  burócratas internacionales encaramados en Oficinas y Comisiones de la ONU y otras organizaciones, ciertas ONG creadas a tales efectos, el Reino de España, algunos otros países de la Unión Europea, de vez en cuando los EE. UU., que va para un lado y va para otro, depende, hablen de gobiernos democráticos porque fueron electos y celebran elecciones.

Es maravilloso, o es desfachatez y cinismo.

 

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