Desvergüenzas

Francisco Gutiérrez Sanín
17 de junio de 2016 - 02:39 a. m.

José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán, quien ya está en campaña abierta contra el programa de restitución de tierras, se rasga las vestiduras por los presuntos “despojos” que aquel causa.

Para apoyar sus acusaciones nombra con desparpajo varios lugares de la geografía nacional. Eso sí, se cuida mucho de ofrecer casos concretos. Lo único que aduce es que los que han documentado el robo de tierras masivo que tuvo lugar en muchas regiones del país tienen un “sesgo ideológico”. Pero, ¿son ciertos o no los datos que han aportado esas organizaciones? Hasta el momento, Lafaurie no ha podido desmentir una sola denuncia. A mí me parece un acto mucho más detestable robarse un montón de tierra, en medio de asesinatos, violaciones y masacres, que portar el nombre de la mamá de un congresista.

Algo análogo sucede con los potenciales problemas de la política de restitución. El tema de los segundos ocupantes es real, y los tomadores de decisiones deben de estar considerándolo con cuidado y preocupación. A la vez, no hay que jugar con las palabras. “Despojo” se ha usado entre nosotros para denotar el problema de fondo: un terremoto primordial que arrasó con la vida de decenas de miles de campesinos, a quienes les robaron centenares de miles de hectáreas. La ofensiva paramilitar, liderada y apoyada públicamente por muchos grandes terratenientes y ganaderos, se llevó a cabo a la luz pública, a sangre y fuego, a menudo utilizando organismos gremiales, o que al menos posaban como tales, para su implementación. Por la década de 1990 Lafaurie era ya un connotado dirigente, que a la postre se convirtió en el presidente de la federación. ¿Y saben qué? No he podido encontrar una declaración suya, una sola, condenando a los despojadores, masacradores y asesinos, o declarando airadamente —como lo hizo hace poco refiriéndose a la restitución— que esa clase de cosas no las iba a permitir en su territorio. No. Calló como un bacalao. El mismo tipo que ahora aparece tan fluido tampoco tuvo lengua para desautorizar a líderes gremiales que sibilinamente edulcoraban la violencia paramilitar, o que participaban abiertamente en ella. Ni tampoco encontró el tiempo para referirse a la cantidad de escándalos que asociaban a su propio gremio a los atroces hechos perpetrados por los paramilitares. ¿Clamó entonces contra la impunidad, que en días recientes le ha preocupado tanto? No. Nada de eso. Apenas pidió terneza para con el “compadre, el vecino y el amigo”.

Como el señor Lafaurie es buen lector, y en ocasiones ha tenido la gentileza de tomar la pluma para tratar de refutar a columnistas o simplemente presentar sus propios puntos de vista, quiero hacerle tres preguntas a ver si puedo despertar su interés en responder. Primero: ¿podría presentar una declaración suya contra el despojo en gran escala que tuvo lugar en varias regiones —incluyendo de manera notable al departamento del Magdalena, donde el señor Lafaurie inició su campaña anti-restitución— mientras éste avanzaba públicamente? ¿Una sola? ¿Alguna condena, desautorización, o manifestación siquiera de inquietud moderada por hechos luctuosos que sucedían literalmente en sus narices? Quizás yo la haya omitido, quizás exista. Me bastaría con una sola. Segundo: ¿podría dar ejemplos concretos, reales, de casos en los que el “sesgo ideológico” de los que han intentado documentar el despojo se manifieste en aseveraciones erróneas o falsas? ¿Uno solo? Tercero: ¿podría explicarnos a los colombianos a través de cuáles medios, y en compañía de quiénes, se propone “no permitir” que avance la restitución (por ser ésta la “cuota inicial” del acuerdo con las Farc) en el Magdalena?

Qué sé yo. Se me antoja que esta grosera contabilidad por partida doble, este juego insensible y brutal con palabras que chorrean sangre, podría ser un pesado fardo para la propia Fedegán. Pero eso ya no es asunto mío.

 

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