Diplomacia y reconciliación

Eduardo Barajas Sandoval
17 de enero de 2017 - 02:00 a. m.

Nada más precario e incierto, aunque generador de optimismo, que los anuncios del posible éxito de negociaciones que no dependen tanto de la diplomacia como del ánimo de reconciliación.

Algunos vuelos de Europa hacia Oriente permiten apreciar la inverosímil imagen de una isla que parece flotar en el Mediterráneo oriental con una prolongación de pez espada que apunta al noreste. Se ha dicho que entre sus primeros hijos figuran Afrodita y Adonis; de manera que, desde tiempo inmemorial, Chipre ha formado parte de la tradición helénica y es uno de los más tempranamente habitados por la especie humana. Por semejante lugar de privilegio, y a la vez de infortunio, han pasado los abanderados de Micenas, los fenicios, los hititas, los asirios, los egipcios, los persas, Alejandro Magno, Tolomeo, San Pablo, los bizantinos, los árabes, los cruzados, los venecianos, los turcos otomanos y los británicos. Estos dos últimos se vinieron a sumar a los griegos como protagonistas de la historia contemporánea de la isla. Los turcos como minoría remanente del dominio de su imperio en el mediterráneo oriental, acompañados en las últimas décadas por nuevos habitantes cuya presencia Turquía ha promovido para aumentar las proporciones de su comunidad. Los británicos como poder colonial conforme al festín de reparto de tierras ajenas propio de la Conferencia de 1878 en Berlín. En fin, debido a la posición privilegiada de Chipre, todos los actores de la eterna competencia del Medio Oriente, y también las grandes potencias de todos los tiempos, han querido, o quisieran, tener un lote allí.

Los británicos se fueron “a tiempo”, a la hora de la descolonización de la postguerra. La composición de la sociedad chipriota presentaba para entonces una mayoría helénica ostensible, con la presencia de una comunidad turca minoritaria que formaba ya parte del paisaje, en un país binacional. Como suele suceder mientras las pasiones políticas, ajenas, no entran en el escenario, chipriotas griegos y chipriotas turcos habían aprendido, bien que mal, a convivir. Pero más temprano que tarde se vieron afectados por los efectos colaterales de los roces propios de esa historia de altibajos que por varios siglos separa y une a los herederos del antiguo Imperio Bizantino, griego, y a los del Otomano, que después de destruir físicamente al primero decidió asentarse para siempre en la región.

Así, poco tiempo después de la independencia, los chipriotas griegos adelantaron acciones que fueron vistas por los de origen turco como lesivos de sus derechos y sus intereses, sembrando el temor de que tuviera éxito la tendencia a consolidar una unión política y administrativa con Grecia. Las disputas y choques de las dos comunidades se encuentran en el origen de un problema “crónico”, derivado de hechos políticos y violentos, que ha terminado por ser de difícil arreglo, en la medida que la solución de uno de sus elementos desacomoda la solución de los demás. 

La crisis llegó a su máxima expresión en 1974, cuando miembros de la comunidad greco chipriota, alentados por la entonces Dictadura de los Coroneles en Atenas, trataron de precipitar el sueño de la “énosis”, esto es la unión de Chipre y la República Helénica, en un fallido golpe que obtuvo como respuesta cuatro días más tarde el envío de tropas turcas que ocuparon casi el cuarenta por ciento de la isla, con el argumento de defender a la minoría turca, con lo cual el territorio del país quedó dividido en dos. Hay quienes culpan a los estadounidenses de haber permitido esa jugada, con tal de asegurar el valioso apoyo de Turquía a la causa de la OTAN. Años más tarde, además de propiciar nuevos asentamientos turcos en la parte ocupada, Turquía apoyó la fundación de una “República Turca del Norte de Chipre” reconocida solamente por el gobierno de Ankara, que desde su marginalidad compite por el gobierno de la isla con la República de Chipre, que encarna la tradición de dominio helénico, es miembro de la Unión Europea y juega con plenos derechos y reconocimiento en el escenario internacional.

Las injusticias, atrocidades y despojos, resultantes tanto del intento de “énosis” como de la invasión turca, configuran una realidad dramática que los líderes de ambas comunidades, y la mayoría de los habitantes del país, sienten la necesidad de solucionar. Cada rato lo intentan, para terminar siempre en los mismos puntos de discordia, con los que tienen que volver a vivir. Doscientos mil desplazados de la comunidad griega y sesenta y cinco mil de la turca, miles de propiedades abandonadas y el espectáculo de una división física, que conlleva la existencia de barricadas que reviven el espectáculo de una capital europea dividida, Nicosia, han sido también un recurrente problema internacional, objeto de reiterados intentos de solución.

Las enésimas conversaciones que se desarrollan ahora en Ginebra tienen como protagonistas a los presidentes de la República de Chipre y de la “del Norte”, líderes políticos de cada parte, y unos garantes, Grecia, Turquía y la Gran Bretaña, con intereses en el país. Completa el elenco el nuevo Secretario General de las Naciones Unidas que, lo mismo que sus predecesores, ha encontrado el tema de Chipre en su agenda y se siente en la obligación de tratarlo, a pesar de la debilidad manifiesta de la institución que representa; razón por la cual ya ha dado el tradicional mensaje de optimismo moderado, con la advertencia de la imposibilidad de asegurar algún resultado.

Si bien parece existir acuerdo en la coexistencia de dos estados federados, es difícil que la mayoría griega acepte una rotación en el ejercicio de la presidencia del país. Turquía se niega a retirar sus tropas, listas a defender a su comunidad, salvo que Grecia retire las suyas, cosa que no parece dispuesta a hacer. Aparte de la noble intención de defender a sus semejantes, ambas potencias regionales tienen interés en mantener una fuerza presente en semejante punto estratégico de privilegio. La Gran Bretaña dice estar dispuesta a devolver la mitad de la extensión de cada una de sus bases, muchas gracias, pero en todo caso su interés principal está en mantenerlas, por la misma razón estratégica derivada de la oportunidad de contar con esos bastiones en el Mediterráneo oriental. Lo demás son los arreglos de reubicación de habitantes y, sobre todo, de restitución de bienes e indemnizaciones por los perjuicios fruto de cuarenta años de separación.

Cada quién obra dentro de su lógica. Los chipriotas lo hacen bajo la mirada implacable de oponentes de sus propios bandos que, a nombre de valores históricos, y sin la responsabilidad de negociar, prefieren aferrarse a lo imposible. Por eso el margen de negociación es lo mismo de estrecho que siempre. Así, el resultado de la consulta ciudadana que debería refrendar mediante referendo lo que se llegue a acordar, dependerá mucho más del espíritu de reconciliación que pueda animar a las dos comunidades de la isla, que de los acuerdos a los que lleguen los políticos y diplomáticos, que saben bien que la única forma de desbloquear el proceso es la de hacer concesiones, difíciles de identificar, de negociar y sobre todo de presentar.

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