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¿Discriminar para hacer la paz?

Mauricio Albarracín
19 de octubre de 2016 - 02:09 p. m.

La movilización homofóbica quiere usar los ajustes al acuerdo de paz para eliminar las menciones a la población LGBTI en el texto del acuerdo y para introducir otros elementos jurídicos que reduzcan la igualdad de derechos que hemos ganado en democracia.

Excluir a las personas LGBTI del texto del acuerdo e incluir definiciones de familia como una institución exclusivamente heterosexual sería un gran retroceso para la democracia colombiana y se llegaría a la gran paradoja de hacer un acto discriminatorio con el objetivo de lograr la paz. El Gobierno, los líderes del No y las Farc deberían rechazar esta propuesta por varias razones.

En primer lugar, el acuerdo de paz no reconoce ningún derecho nuevo a las personas LGBTI que ya no esté garantizado en la Constitución. El acuerdo no habla de matrimonio igualitario ni de adopción de niños ni de políticas educativas contra la discriminación. Eso es una fábula malintencionada que se usó para movilizar la homofobia. Por el contrario, el acuerdo de paz reconoce elementos mínimos para incluir a las personas LGBTI en algunos componentes del acuerdo. Me pregunto: ¿qué tiene de malo que se reconozca que una persona fue víctima del conflicto armado motivado por su sexualidad? ¿Cúal es el problema con que se amplíe la participación política a los movimientos sociales, incluyendo al movimiento LGBTI? ¿Qué gran daño se puede producir con la inclusión de las personas LGBTI que viven en el campo a los programas sociales?  ¿O cuál es la tragedia que se va a producir si se hacen campañas contra la discriminación por razón de la orientación sexual e identidad de género para mejorar la convivencia pacífica? Tendremos que decirlo hasta el cansancio: el acuerdo sólo incluía mínimos de política pública para reconocer que la guerra afectó a las personas LGBTI y que estas no pueden quedarse fuera de la implementación del acuerdo en tanto ciudadanos, víctimas o campesinos. Es decir, se trata de obligaciones constitucionales que el Estado debe garantizar sin discriminación alguna (artículo 13 de la Constitución) incluyendo la que se produce en razón de la orientación sexual e identidad de género de una persona.

En segundo lugar, no puede excluirse a las personas LGBTI del acuerdo porque no existe una razón suficiente de esta solicitud. Es claro que lo que existe es una animosidad que tiene como único propósito borrarnos de la esfera pública, que en este caso se expresa en el texto mismo del acuerdo de paz. Nos quieren sacar del acuerdo de paz porque su intolerancia ni siquiera les permite que podamos convivir en el mismo país. 

En tercer lugar, si el Gobierno, los líderes del No y las Farc accedieran a eliminar a las personas LGBTI del acuerdo de paz se premiaría la mentira y se validaría la maquinaria homofóbica que se desató en la campaña del plebiscito. No se enmienda un error cometiendo otro error. Todo lo contrario, es momento de hacer una verdadera pedagogía sobre el enfoque de género en el acuerdo de paz, pero simultáneamente se requiere una alfabetización rápida y urgente sobre los derechos de las mujeres y las personas LGBTI. Las discusiones recientes sobre los asuntos de sexualidad han mostrado que el pánico moral ha tenido éxito por la falta de educación y de respeto mínimo por el otro. Un ejemplo de esto es que los matoneadores profesionales y mentirosos apocalípticos se han tomado los tribunales para satanizar todo lo que se refiere a la sexualidad. 

Una paz estable y duradera no se construye discriminando a un grupo minoritario como lo somos las personas LGBTI. Por tanto, el proceso de ajustes y precisiones del acuerdo de paz no debe ser un campo de batalla sobre la sexualidad sino un espacio de encuentro y convivencia para respetarnos entre todos. La regla para dar este debate debe ser la máxima inclusión, no la discriminación. 

* Abogado y activista LGBTI. malbarracin@gmail.com @malbarracin
 

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