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Duendes y Marimbas

Jaime Arocha
02 de agosto de 2016 - 02:00 a. m.

Después de ver y oír cómo tocaba el Duende, Baudilio Cuama se volvió un maestro en la interpretación de la marimba.

Hoy figura entre los laureados por el Festival Petronio Álvarez de Música del Pacífico. Como estamos próximos a la XX versión de esa festividad, vale la pena recordar el refinamiento de los instrumentos como los que don Baudilio aprendió a tocar a orillas del río Raposo donde nació: las palmas se cosechan en menguante, pero cuando la marea haya bajado a la mitad. Se pulen con delicadeza y se curan por varios meses al calor del fogón. Una vez ensamblado el mueble y montadas las chontas y los resonadores de guadua, el maestro aprendió a afinar su instrumento en la selva, oyendo el canto del pájaro marimbero. Le decían que quizá por eso le sonaba destemplado, pero él respondía que no hay que confundir a esa marimba tradicional de 24 chontas con la que se afina por las teclas blancas del piano. De ahí que en el Petronio, para que el jurado no descalifique a un conjunto por desafinado, haya un lutier que diga quiénes usan marimbas atemperadas y quiénes temperadas.

El sonido de las primeras es comparable al de los balafones de países africanos como Mali y Guinea Conakry, debido a una memoria sobre los intervalos que separan a cada nota. Se remonta por lo menos al siglo XIII, cuando otro duende le entregó a Suamoro Kante, rey de la nación Sosso, un balafón sagrado y se lo enseñó a tocar. Hoy a ese instrumento lo llaman Sosso-bala y lo sacan con ocasión del año nuevo musulmán o para acompañar los cantos épicos en honor a Suniata Keita, quien venció a Suamoro Kante en la batalla de Kirina en 1235, cuando fundó el imperio de Mali. Parte del botín de guerra consistió en el Sosso-bala hizo, de cuya custodia el nuevo emperador encargó al linaje Kouyaté de su griot, juglar y consejero.

No es usual que los balafones se reconozcan como ancestros del “piano de la selva”, sino que se acepte que indígenas como los Sindagua de Nariño le enseñaron a la gente negra a fabricar y tocar marimbas. Sin embargo, la opción afrogenética toma fuerza a medida que se divulga la tesis del etnomusicólogo Carlos Miñana sobre la persistencia de técnicas africano-occidentales para templar marimbas. Implicará explicar no sólo cómo en el Pacífico esa memoria ha sobrevivido al menos por dos siglos, sino cómo se ha logrado realizar en el instrumento de estas tierras. Se basa en 24 láminas de palma de chonta que se percuten de pie mediante bordones a cuyo sonido lo amplifican resonadores de guadua. En Mali, sentados en el suelo, los músicos percuten 20 tablas montadas sobre resonadores de calabaza.

Esta genealogía se irá completando al fijarse más en cómo la memoria cimienta la búsqueda de libertad. Hubo años cuando los intérpretes enfrentaban misioneros que le atribuían a la marimba un carácter diabólico y los obligaban a arrojar sus instrumentos a los ríos. Y en períodos más recientes, la resistencia fue contra paramilitares que hicieron las prohibiciones correspondientes. Entonces, llegar a espacios como el del Petronio también es un ejercicio de autonomía política.

 

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