“El alcalde de Zalamea”

Manuel Drezner
01 de junio de 2016 - 03:37 a. m.

El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, fue representado en el Teatro Santo Domingo para conmemorar el sexto aniversario de esta excelente empresa cultural, que ha dado a los bogotanos la oportunidad de apreciar a muchos de los grandes intérpretes de nuestros días. Aquí la representación estuvo a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España, bajo la dirección de Helena Pimenta y confirmó una vez más que las grandes obras de la historia del teatro, de los griegos a nuestros días, y sin importar la época en que fueron creadas, dicen mucho al hombre contemporáneo.

En este caso Calderón hizo un ejemplo temprano de penalizar la mala costumbre del “Usted no sabe quién soy yo”, con la cual personas que sin base alguna se creen superiores, tratan de evadir responsabilidad por el mal que hacen. Aquí el capitán Álvaro de Ataide cree que por ser hidalgo puede evitar el castigo a sus fechorías, pero se encuentra con Pedro Crespo, villano, pero que sabe ejecutar la justicia y castigar al culpable. De hecho, cuando le reclaman que si iba a matar a un hidalgo debía haberle degollado y no muerto con vil garrote, destinado a los de clase más baja, Crespo en forma irónica muestra que quien ha cometido un crimen no merece ser considerado como noble y los aldeanos de Zalamea, no acostumbrados a esa distinción, ajustician en la forma como se merece quien no ha hecho honor a su título de hidalgo. Es una obra universal hecha con una notable ración de humor y de drama con toques de cinismo y que toca temas que son universales.

La versión que hizo el conjunto visitante fue de altísima calidad. Fue un montaje imaginativo, lleno de fluidez y con actuaciones excelentes, llenas de matices y con la virtud de que los actores saben decir el verso calderoniano sin recitarlo con el sonsonete que intérpretes de menos categoría creen necesario para obras de este género. En últimas hay que recordar que, según muchos estudiosos, una de las razones por las cuales estas obras fueran escritas en verso era darle al actor, que tenía que aprenderse decenas de papeles, facilidad para memorizar los parlamentos, lo cual es mucho más fácil con el verso que con la prosa.

Solo hubo una falla, y fue que por causa del tipo de escenografía, la reverberación aumentó y en algunos momentos era difícil entender lo que se decía. Esto no es culpa de los intérpretes, sino de las características de teatro y decorados.

En todo caso, la celebración del aniversario fue muy digna y a la altura de los logros de la sala. La compañía que nos visitó pone muy en alto la obra de los grandes clásicos españoles y su impresionante repertorio ha presentado no solo muchas de la obras maestras del teatro español, sino que ha resucitado cantidad de ellas, lo cual hace que una visita a sus representaciones en Madrid, antes en el Teatro Pabón y ahora en el de La Comedia, sea casi que obligatoria para quienes vayan a esa ciudad. Ojalá que tan bienvenida visita a la capital de este grupo, se repita.

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