Publicidad

El Ballet de Leipzig

Manuel Drezner
27 de octubre de 2016 - 03:56 a. m.

Volvió a presentarse en el Teatro Santo Domingo el Ballet de la Ópera de Leipzig, que hace unos años mostró en la misma sede un espectáculo hecho alrededor de la Gran misa, de Mozart.

Esta vez, el compositor elegido para la música de las creaciones de los coreógrafos fue Rachmaninov, del cual se usaron dos de sus conciertos, el segundo y el tercero, para lo que vimos aquí. Había una tenue conexión en el sentido de que el ballet, basado en el Tercer concierto, fue hecho por el difunto director de la compañía, Uwe Scholz, y en homenaje a este. Su sucesor, Mario Schröder, creó una nueva coreografía basada en el popularísimo Segundo concierto.

Hay que decir que entre las dos obras no existe conexión, ni en concepto ni en presentación, ya que la primera es una obra neoclásica, donde los pasos (y, según algunos amantes del ballet que lo vieron, contorsiones) combinan conceptos tradicionales como la ocasional danza en punta de pies, con movimientos originales que ocasionalmente muestran momentos muy bellos. La obra, sin duda, es placentera, aunque uno no vio que hubiera una unidad creativa. Más bien, se seguían los unos a los otros cuadros independientes, que, como se dijo, son estéticamente placenteros, pero sin que uno acabe con la sensación de que se trataba de un ballet con concepto integrado. Hubo unos misteriosos telones de fondo, aparentemente basados en la obra de Paul Klee, cuya relación con lo que se estaba bailando no era muy clara.

No sucedió lo mismo con la coreografía de Schröder para el segundo concierto, donde sí se notaba una idea central, una especie de acercamiento romántico entre diferentes figuras. En esta creación hubo una original relación entre las luces de la escena y lo bailado y los reflectores, por momentos, se convertían en personajes adicionales de la danza. La relación entre diferentes grupos de bailarines, ocasionalmente, recordaba obras de Balanchine, quien usaba la misma independencia que se vio en este ballet.

Los bailarines mostraron ser un conjunto de alta categoría y técnica, que estuvieron a la altura de las concepciones de los dos coreógrafos. La compañía hace énfasis en el grupo y muy pocas veces permite que haya solistas que se destaquen. Obviamente, el espectáculo es muy meritorio y lo que se vio fue un aspecto diferente de lo que es la danza moderna.

Hay que destacar el acompañamiento de la Filarmónica y la titánica labor del pianista Sergei Sichkov, quien tocó dos de los conciertos más difíciles del repertorio bastante bien, por tres noches consecutivas, una labor que uno podría calificar de casi titánica.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar