El corto circuito entre Andrés Carne de Res y Cali

Columnista invitado EE
01 de enero de 2016 - 11:20 p. m.

Si es verdad que la primera impresión es la que cuenta, Andrés Carne de Res tendrá que esforzarse –y bastante– si quiere volver a la Feria de Cali.

Su primer evento en esta edición de la Feria, llamado Circo Mágico Surrealista, era la promesa de algo grande, cuya garantía de calidad radicaba en la reputación de Andrés Carne de Res y en los grupos que se presentaban: la orquesta de salsa La 33 y Proyecto Uno. Ellos estuvieron geniales, impecables. A los organizadores, sin embargo, los elogios se les disolvieron entre tantas molestias.

El evento se hizo en dos días seguidos, 28 y 29 de diciembre, y la lluvia ácida de críticas cayó la primera noche. La entrada caótica en un espacio tan pequeño como el parqueadero de la Plaza de Toros fue un mal presagio, sumado a una denuncia nada generosa: la fila de ingreso (que era una sola para tanta gente) se llenó de raponeros. Eso, por supuesto, no es culpa de los organizadores. Pero tampoco ayudó en la relación con sus clientes. Con los ánimos exacerbados, la gente ingresó para encontrarse con una noticia fatal: en ese circo mágico y surrealista no vendían aguardiente Blanco del Valle.

Ahí, la primero en pecar es la Licorera del Valle, que desde hace un rato viene como adormilada, incapaz de pellizcarse y exigir su presencia en los eventos de la Feria, a costa de un sistema de salud que necesita esos recursos. La ausencia de aguardiente, sin embargo, dejó al desnudo una sencilla verdad: la gente detrás del evento no conocía a su público. No ofrecerles aguardiente –Blanco, tiene que ser Blanco– a los caleños, especialmente en una fiesta y sobre todo en la Feria, es como decirles que no saben bailar salsa. Casi tan grave como poner un DJ que no sepa que Cali es una ciudad llena de melómanos acostumbrados al golpe, al son y a los clásicos. Así como el DJ que pusieron los organizadores de Andrés Carne de Res.

No había suficientes meseros. La comida y el trago estaban muy caros, al punto que cobraban $25.000 por un coctel servido en un vaso de plástico pequeño. Y, como si no fuera suficiente, el sonido se cayó cuando tocaba La 33. En la noche del 28 de diciembre, la relación entre Andrés Carne de Res y los asistentes terminó tan conflictiva que el público abucheaba y gritaba: “¡Nos robaron!”.

Para el 29, el reto era mejorar esa imagen sustancialmente o quedar enterrados bajo el alud de críticas. Los asistentes encontraron cervezas y gaseosas en sus mesas, cortesía de la casa. Hubo distintas entradas para las dos localidades que ofrecieron y en cada una hubo filas para mujeres y para hombres. Ya no se oyeron quejas de ladrones. Algunas cosas, sin embargo, persistían, como el mal sonido. El DJ quizá hizo su mejor esfuerzo, pero seguía sin entender el tipo de público que tenía enfrente. Los precios tampoco daban ganas de volver, porque Cali no es Bogotá y sería bueno que los organizadores de Andrés Carne de Res tuvieran eso en mente si quieren volver a una ciudad que quedó decepcionada de su primer contacto con la marca que tiene una de las discotecas más conocidas en el país. 

 

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