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El petróleo no es bolivariano

Miguel Ángel Bastenier
06 de marzo de 2016 - 02:00 a. m.

¿Cuánto bolivarianismo cabe en un barril de petróleo a menos de 30 dólares?

No lo suficiente para Nicolás Maduro en Venezuela, ni en menor medida para Evo Morales en Bolivia. Rafael Correa en Ecuador, tercero pero no en discordia, dice que renuncia a presentarse a un nuevo mandato y su aliado, el peronismo cristino-kirchnerista, que había perdido las elecciones presidenciales ante la derecha de Mauricio Macri, anda también de capa caída. Son todos ellos los gobernantes latinoamericanos, autoclasificados de izquierda, que han retrocedido en unos meses gran parte de lo que habían avanzado cuando demarró a comienzos de siglo la marea del gran patriarca, ya fallecido, el venezolano Hugo Chávez.

Todo ello no significa, sin embargo, que los radicalismos asistencialistas vayan a desaparecer como habían llegado. Apoyados en plataformas diversas, el presidente venezolano Nicolás Maduro en una base de desprivilegiados, hoy aquejados de fuerte decepción porque el poder no provee como lo hacía; el jefe del Estado boliviano, Evo Morales, sustentado por gran parte de la mayoría indígena del altiplano; y el líder ecuatoriano Rafael Correa, por todo lo que ha hecho para modernizar las infraestructuras del país, tienen todos un problema de continuidad –Maduro– o sucesión –Morales y Correa–, pero eso no significa que sus opiniones nacionales respectivas quieran necesariamente volver a lo ‘anterior’, ni que, en especial, la oposición posea una reserva de líderes para el futuro.

La derrota del presidente Morales en referéndum le impide presentarse a un cuarto mandato en 2019, pero no constituye una victoria para ningún miembro en particular de la oposición. Solo representa la fatiga de una presidencia que aspiraba a un redondeo triunfal para una gobernación de 20 años durante la que festejaría el bicentenario de la independencia de España. Y la gran pregunta es ¿cuánto afecta esa erosión al MAS? El movimiento-partido que dirige Evo Morales no puede ser el mismo sin su candidato-estrella, paterfamilias, fundador, factótum y gran fabricante de votaciones victoriosas. Hasta hoy. La democracia ha triunfado con el ‘no’ a la eternización del líder en el poder, pero no sabemos en nombre de quién. Pero quizá no haya mal que por bien no venga porque lo que sí ha tocado a su fin, probablemente por un tiempo prolongado, es el ciclo de los hidrocarburos con el precio por las nubes, y el éxito económico de la década que le ha tocado liderar a Morales es ya difícilmente prorrogable.

En Venezuela el problema no es tanto el presunto radicalismo del sistema como el puro y simple desmanejo de los asuntos de gobierno. La respuesta de Maduro a una catástrofe de abastecimientos, recursos, gasto y endeudamiento es, sobre el papel, una nueva ofensiva revolucionaria, cuando el chavismo se ha basado hasta ahora en un reparto más justo de la riqueza, pero no en atacar las bases del sistema capitalista; lo que ocurría es que el ordeño de los campos petrolíferos daba mucho que repartir y mucha obra social que poner en pie. Pero hoy, el chavismo, edificado sobre un sincero afán de mejorar la existencia de los que menos tenían, se encuentra en suspensión de pagos.

En Ecuador, en el caso de que el presidente Correa mantenga su negativa a seguir en la brecha, tampoco se distingue sucesor en lontananza, pero eso no le da ni poca ni mucha unidad a la oposición. El bolivarianismo de Venezuela, Ecuador y Bolivia, arrasó con la estructura de partidos del siglo pasado, que es muy cierto que tenían poco de qué envanecerse, y la construcción de un nuevo sistema opositor, si anda relativamente avanzada en Venezuela, apenas se percibe en los otros dos países andinos. En Argentina, por contraste, la derrotada puede haber sido muy a título personal la presidenta Fernández, pero el país sigue siendo de mayoría peronista –cualquiera que sea lo que signifique el término–, bien que de geometría variable, según convenga a los herederos del general fundador aliarse o pelearse entre sí.

¿Estamos ante un reflujo de la marea más o menos radical, sin duda autoritaria, y, cuando tiene con qué, redistribuidora de los sobrantes de la riqueza? No osaré contestar. Lo que tiene enfrente no parece, salvo por lo que atañe a la ortodoxia liberal de Mauricio Macri, estar claramente armado de un proyecto de país que vaya más allá de la crítica al polo dominante. Tiempo de turbulencias y de indefiniciones quizá se llame eso. Y a más vaticinios no pienso arriesgarme.

 

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