El próximo presidente

La bandera de la lucha contra la corrupción será determinante en la elección del próximo presidente de los colombianos.

Usted puede pensar que es muy pronto para hablar sobre estos temas, pero tras lo que ocurrirá hoy, con la firma del histórico acuerdo de paz en nuestro país, queda claro que por un tiempo el tema de la guerra interna dejará de tener un papel tan preponderante en el discurso político.

La entrada de las Farc a la vida política, bajo el supuesto de que, como lo indican las encuestas hasta hoy, gane el Sí, plantea un nuevo escenario nacional. Dos son las razones principales: primero, lentamente se eliminará del imaginario la relación guerrilla-izquierda. Con la entrega de las armas por parte de las Farc, se fortalecerá el discurso político de un sector que ha sido estigmatizado por la guerra y, segundo, emergerán como prioridad otros temas que han sido desplazados de la lista de tareas pendientes, como la lucha contra la corrupción.

La defensa de los bienes públicos, el castigo a los ladrones de cuello blanco, la exigencia de un Estado limpio y un país con justicia para todos y no sólo cárcel para los pobres harán parte del discurso que centrará la atención en las próximas elecciones. Adicionalmente, la guerra con las Farc nos ha mantenido al margen del sentimiento antiestablecimiento global que derrocó gobiernos durante la Primavera Árabe, que eligió como presidente a Hugo Chávez y que ahora tiene disputando la Casa Blanca a Donald Trump.

Es por eso que, como sociedad, debemos estar atentos al próximo momento nacional y ser conscientes de que, si no hacemos la tarea bien, elegiremos, en busca de mejorar el presente y motivados por el descontento que sentimos por el establecimiento actual, a un populista que, escondido en la bandera de la lucha contra la corrupción, pueda llevarnos a cometer los mismos errores de Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia y Ecuador.

Los presidenciales serios hasta ahora entienden el mensaje: Humberto de la Calle, Germán Vargas Lleras, Iván Duque y Sergio Fajardo seguramente comprenden que los colombianos queremos la paz, pero también queremos que no nos roben más. Si no asumen esta bandera seriamente, serán los culpables de que un imitador de Chávez llegue al Palacio de Nariño y nos sepulte para siempre.