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El triunfo bonito, feo y justo

Jorge Tovar
18 de julio de 2016 - 02:00 a. m.

Ganar, golear y gustar. Todo aficionado al fútbol sueña con ver a su equipo favorito cumpliendo con las tres ges. Brasil 1970 es el equipo que históricamente mejor representó el concepto. Recientemente, el Barcelona de Guardiola también lo logró. Pero el objetivo del fútbol es ganar. Estéticamente, hay una corriente, en la que me incluyo, que gusta de ver el fútbol bien jugado. Pero ganar aguantando, esperando, ordenados y con “manejo táctico” también vale. El debate sobre la forma de triunfar, que nunca ha desaparecido, se agitó con fuerza a raíz del triunfo de la aburrida Portugal sobre la impotente Francia en la Euro 2016.

Portugal, con su estrella Cristiano lesionada, ganó gracias a un gol de quien seguramente no volverá a marcar un gol de ese calibre, Éder. Francia, que lo intentó, llegó a la final tras derrotar a equipos menores y a Alemania en semifinales. Así como Francia mereció ganar, Alemania hizo todos los méritos para haber estado en ella.

La victoria de Portugal es justa. Pero, como dijo Santiago Segurola, periodista del diario As de España, sobre la victoria de Brasil en 1994, “ganó la Copa Mundo de 1994, pero su rastro se perderá en la primera curva de la historia”. Grecia ganó la Eurocopa en 2004. Yo, usted, seguidores del fútbol, tras forzar un poco la memoria, recordamos que una vez Grecia ganó. En cambio, las memorias de Brasil 70, de Brasil 82 o, sin ir tan lejos, de España del 2008 fluyen con naturalidad.

Recordando las finales de los Mundiales, hasta 1986, siempre los dos finalistas habían marcado gol. El mundo cambió. En las siete finales jugadas desde 1990, tres han quedado 1-0 y otra, la triste de Brasil 1994, 0-0. En 2006, de cuyo partido la mayoría sólo recuerda el cabezazo de Zidane a Materazzi, Italia y Francia marcaron 1-1. Aquella frase de que “las finales no se juegan, sino se ganan” ha evolucionado a algo así como “las finales no se pierden, y si se pierden, que no se vea mal”. Hasta el mismo Simeone se vio contaminado de modernidad. Su Atlético, el de la raza, el de la garra, salió acongojado a jugar contra el Madrid. Los blancos, que poco mostraron, agradecieron el favor y levantaron su undécima Copa de Europa.

Jugar bien no garantiza nada. Además de Brasil 82, hay que recordar a Hungría 54 u Holanda 74. Pero jugar feo tampoco es garantía. España en 2010, con poca fuerza en la delantera, pero con el espíritu del fútbol control ejecutado magistralmente por Xavi e Iniesta, ganó más que merecidamente a la selección de Holanda, que avergonzó al mismísimo Cruyff. La historia recuerda a los grandes, los hace leyenda. Así no siempre sean los campeones. Es gracias a esos equipos que el fútbol ha perdurado por más de 150 años.

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