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El zika sicológico

Arturo Guerrero
19 de febrero de 2016 - 02:01 a. m.

Los escándalos infestan el aire. Son el zika sicológico que nos tienen a todos con microcefalia. El reducto cerebral que nos queda es apenas el mínimo para sobrevivir.

A donde se mire, apestan zancudos egipcios. Las instituciones de siglos hieden, los cuellos blancos están desleídos de carcoma, los quepis son sombreros de burla y oprobio, nadie quiere mirar bajo las sotanas.

En vista de que la guerrilla mayor lleva meses apaciguada y de que la firma de paz es asunto de un mes, se desbordó la olla de grillos que hasta ahora cocinaba turbidez por debajo de cuerda.

El conflicto armado se extenúa, solo para darle ingreso a una variedad de conflictos hasta ahora puestos en sordina por las balas. Algo se gana, por lo menos los ríos no flotan de cadáveres. Pero el zika mental es tormento para los asustados ciudadanos del nunca jamás.

¿Hay relación entre el medio siglo de sangres, y el escondite en que permanecieron las barbaridades de corrupción y prostitución que apenas ahora parece iluminarse? Claro que la hay. Rapacidad económica e iniquidades sexuales son arbitrariedades del poder. Las bombas y las armas, por su parte, son el contundente silogismo del mismo poder.

Corruptos, violadores, proxenetas, fusileros, feminicidas, masacradores de pueblos, son gentes que se atienen por parejo a la fuerza física o institucional como abrumadora demostración de superioridad sobre sus víctimas.

Mientras reinan las armas, los demás argumentos palidecen, se necesitan menos. Las balas operan mediante el dilema supremo de vida o muerte. Son dios, son inapelables, son la eternidad.

Al cesar los fusiles, las tuercas y tornillos del poder muestran con descaro sus infinitas posibilidades y sutiles astucias. Las manos no se manchan de sangre sino de semen o de olor de billetes.

Lo grave de este trueque es que estas infinitas posibilidades están más al alcance de los ciudadanos, que el espantoso asesinato. Quitar la vida repudia al promedio de la gente, en tanto que hacer trampas y trampitas atrae al mismo promedio de la gente.

Por eso los escándalos de estos días se parecen al zika y al mosquito: su propagación es exponencial. Cada cual aguarda la oportunidad para evadir el impuesto, sobornar al guardia, colarse en Transmilenio, cobrar la coima en el contrato.

Esta es la microcefalia síquica a que nos exponen los corruptos. La cabeza se empequeñece, solo queda una manera de vivir y de cohabitar con los semejantes. Es la manera del avivato, del que crece por encima de la espalda ajena, del poderoso que se siente dueño de los órganos de vida de las bellas y los bellos.

Quién iba a pensar: se adelantaron los nuevos conflictos. Se atropellaron sobre el aire de la gente, a pocas semanas de que se firmen los acuerdos. No dieron respiro ni oportunidad de celebración y vacaciones.

Este país es tren de altísima velocidad en cuya puerta nadie puede distraerse, a riesgo de rodar por fuera de la historia.

arturoguerreror@gmail.com

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