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Este ir y venir del carajo

Juliana Muñoz Toro
19 de febrero de 2016 - 04:52 a. m.

“Lo bueno y lo malo de vivir frente al mar es exactamente lo mismo: que el mundo se acaba en el horizonte, o sea que el mundo nunca se acaba”. Ahí en la nada, donde el mar desaparece, puede verse el todo: el de los recuerdos, de los deseos.

La protagonista de Hasta que pase un huracán (Laguna Libros), de la colombiana Margarita García Robayo, vive frente al mar como se viviría frente a una puerta por la que alguien está a punto de entrar. Por la que todos salen y entran, menos ella. Cree haberlo visto todo en ese Caribe que anhelan los turistas. Que a lo lejos hay más. Mucho más.

¿Hasta cuándo tendrá que ser la espectadora de esa puerta que es el horizonte? ¿Hasta cuándo la cerrará para decir adiós, adiós de verdad? Tal vez eso, hasta que pase un huracán.

Esta es la historia de una mujer que se quiere ir. Lo ha sabido desde siempre. Como cuando le preguntaban lo que sería de grande y ella respondía: “extranjera”. Ella tiene este sueño, aunque vaya olvidando para qué sirve. Se vuelve azafata porque tal vez no sólo quería irse de una vez por todas sino estarse yendo. Irse mil veces. Su punto de vista a veces parece superficial, cínico y egoísta. Mientras hace el amor boca arriba, mirando las nubes, le cuenta historias tan anodinas como bellas a su enamorado: “la primera vez que vi un velero fue dentro de una botella”.

Entre más se desprende de esta ciudad, nosotros nos acercamos. Es a la vez el Caribe soñado y el Caribe triste, abandonado. Allí, donde la lluvia arrasa con todo menos con la radio. Noticia de última hora, la Ciénaga se desborda y todo huele a podrido. Y ahora un top de canciones acerca de la lluvia. Hasta que pase un huracán nos habla también de la lucha de clases, de ser mujer.

O de ser hombre. Está, por ejemplo, Gustavo, el que la mira y a veces la toca. El sol se cuela y le cae en la mitad de la cara, “le dije que se iba a poner negro de un solo lado, como una máscara de carnaval”. Gustavo, “un rey sabio que cambió su reino por una choza frente al mar”, el que cuenta la historia de su vida con inconsistencias, como seguro se contarían todas las historias de nuestras vidas.

Pienso en una frase del final de El amor en los tiempos del cólera, que tal vez no sólo habla de una relación, sino también de la enfermedad de un pueblo, de las rutinas pesadas como el olor a pescado: “¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?”. García Márquez finaliza con un “toda la vida”. García Robayo sentencia: “Acá nos quedaremos hasta que pase un huracán”.

 

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