Europa continental

Augusto Trujillo Muñoz
01 de julio de 2016 - 04:09 a. m.

Desde hace tiempo pienso que a Europa le sobran los ingleses y le faltan los suizos.

Haciendo un poco de esquema puede decirse que Europa es el resultado de una diversidad que ha sido capaz de construir vasos comunicantes, montada sobre tres grandes pilares: la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana.

La primera constituye la base de toda la especulación racional del mundo moderno. Incluso muchos de los fundamentos de la ética griega fueron incorporados a la doctrina moral cristiana. En cuanto al derecho romano, su proyección sobre “Occidente” no fue difícil: Roma lo llevó hasta los confines del imperio y, después de su caída, Europa continental lo recogió para la enseñanza universitaria iniciada en Bolonia en siglo xii.

En la tradición jurídica occidental el derecho se concibe como un todo coherente. El concepto de “Corpus Juris Romani” viene del derecho canónico y de los romanistas de la Edad Media. Eran los tiempos del “Sacro Imperio Romano-Germánico” y de las querellas entre la Iglesia y el Imperio, dos organizaciones que iban más allá de la idea que luego inspiró el nacimiento del estado-nación.

Entre tanto, Inglaterra presentaba una tradición jurídica distinta de la romanística continental. Bretaña no solo fue la provincia más septentrional del mundo romano, sino la última en ingresar a él y la que recibió una influencia más débil. Mientras en Europa continental se recuperaba la vigencia del derecho romano, los británicos prohibían su enseñanza, entre otras cosas, por razones políticas: Su aceptación del derecho romano podía terminar implicando algún tipo de sumisión al sacro imperio.

A partir del siglo xi en Europa continental comenzó a abrirse campo el derecho romano. Con diversa intensidad y a distintas velocidades fue acogiéndose en Alemania, Francia, Italia y España. Al mismo tiempo Europa insular fue abandonándolo. Y el derecho inglés evolucionó en términos sensiblemente distintos a los del derecho continental.

Por el contrario los territorios de lo que hoy es Suiza fueron incorporados al mundo romano, desde los tiempos de Augusto, bajo el nombre de Helvecia. Luego formaron parte del imperio Carolingio. La geografía ha protegido a su población, sitiándola. Desde la Edad Media –año 1291- los suizos comenzaron a hablar de Confederación. Pero la evolución de su derecho se ha correspondido con la del derecho continental.

El derecho es, quizás, la expresión más auténtica de unas realidades culturales. Yo suelo repetir que la gran fuente del derecho debe ser la realidad. Por eso las instituciones jurídico-políticas son el mejor vaso comunicante entre la organización social y las personas y comunidades que la integran.

En ese sentido Suiza es un pequeño sumun de Europa. Su diversidad es semejante a la de Alemania o España, a la de Francia o Italia, a la de los pueblos eslavos. Los británicos, en cambio, han pretendido ser una sociedad homogénea cuyas identidades, por cierto, se están resintiendo ahora con los resultados del “Brexit”.

Desde su clásico sentido del humor el columnista Oscar Alarcón escribió, en este mismo diario, que los ingleses estaban en el lugar equivocado: Ingresaron a Europa, pero no cambiaron su moneda; se abstuvieron de formar parte del espacio Schengen y persisten en su idea de no aceptar el sistema métrico decimal. Eso, en otras palabras, querría decir que no son Europa.

La Unión Europea es el más grande esfuerzo que la historia humana conoce en la búsqueda de la paz permanente. Con razón hay quienes ven en el planteamiento de Kant sobre la paz perpetua una concepción que se adelantó a su tiempo. La historia de Europa ha sido una impresionante historia de guerras. La de la Unión Europea es una historia signada por la convivencia.

Europa intentó –desde su última postguerra- una nueva construcción institucional distinta, quizás, a la del estado-nación, la cual definía sobre la marcha. Por desgracia ha perdido un poco su rumbo y ha caído en una burocratización excesiva, mientras su dirigencia populista exacerba las posturas viscerales. Sus fundadores –Alemania, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Italia y los Países Bajos- hicieron bien en ratificar su compromiso con la unión.

Habrá que esperar para ver lo que ahora ocurra. Los pueblos europeos se están enfrentando a un desafío inédito al cual tendrán que adaptarse: El retiro de uno de sus miembros más influyentes. En cualquier caso, sigo pensando que a Europa le sobran los ingleses y le faltan los suizos.

*Ex senador, profesor universitario. @inefable1

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar