Publicidad

A favor de la resistencia civil

César Rodríguez Garavito
19 de mayo de 2016 - 08:02 p. m.

Hay que agradecerle al uribismo habernos puesto a debatir sobre la “resistencia civil”.

Lo que inicialmente sonaba como un llamado a desconocer las instituciones y el proceso de paz, se convirtió, gracias a respuestas como las de Héctor Abad y Moisés Wasserman, en una discusión oportuna sobre la calidad de la discusión pública, sobre la necesidad de considerar y debatir con argumentos las posiciones contrarias.

Se trata de dos acepciones distintas de la palabra “civil”. El senador Uribe la usó como sinónimo de “ciudadana” —a la manera que se habla de “sociedad civil” o “defensa civil”— para invocar el legado de la resistencia de los ciudadanos contra el colonialismo o la tiranía, que no aplica a la Colombia de hoy. El otro significado es el que me interesa y propongo incluir en la discusión: “civil” en el sentido de sociable, atento y considerado. El antónimo de esta civilidad es la incivilidad: “miseria, mezquindad, grosería”, según el diccionario.

Es la incivilidad frecuente en nuestra esfera pública, habituada a las descalificaciones personales y los argumentos de autoridad, que reflejan en el discurso la refriega de la guerra que en buena hora está terminando. De ahí las respuestas inciviles en los medios y las redes sociales, centradas menos en lo que se dice que en quién lo dice (¿Peñalosa o Petro? ¿Santos o Uribe?). En todos los bandos, solemos pronunciarnos desde una elevada estaca de superioridad moral, mirando por encima del hombro a los contradictores, como escribió Wasserman.

Para construir la paz, habrá que hacer transición al posconflicto discursivo. No va a ser fácil. En 140 caracteres caben varios epítetos pero no una razón. Muchos medios cogen al vuelo una advertencia infundada del procurador, una pulla injusta de Petro o Peñalosa o un anuncio temerario de Uribe, pero se quedan sin espacio para explicar el problema y las soluciones de fondo.

En medio de todo esto, falta cultivar un espacio para la discusión franca y razonada de posiciones opuestas. Lo cual no significa que las opiniones más contundentes y extremas, pero pacíficas, no quepan en la esfera pública. No comparto el desdén de Wasserman por las posiciones menos moderadas. La verdad no siempre está en el centro; la hipérbole y la caricatura pueden acercarnos a la realidad. Pero esos géneros abundan en nuestro medio, en tanto escasean la autocrítica y el diálogo.

La temperancia discursiva sería un ejercicio de resistencia civil en los dos sentidos de la palabra. Implicaría no responder las agresiones verbales con la misma moneda, sino con argumentos pacíficos y considerados, en el espíritu de la resistencia civil genuina desde Gandhi hasta Mandela. Por ejemplo, en lugar de replicar al uribismo recordando cómo el gobierno anterior atropelló los derechos de la oposición, hay que defender los suyos ahora que está en la oposición. Cuánta razón tenía don Benito Juárez cuando escribió que respetar el derecho ajeno es la paz.

*Director de Dejusticia. @CesaRodriGaravi

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar