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Frenar la economía es muy malo

Luis Carvajal Basto
20 de junio de 2016 - 02:00 a. m.

Difícil entender la frase de un miembro de la junta del Banco de la República, al afirmar “es bueno que se desacelere”.

Las perspectivas económicas para 2016, sin ser “malas” no son las mejores. Para actores privados, entidades financieras, tendremos un crecimiento entre 2.3% y 2.5%; una inflación entre 5.8% y6.1%; una tasa de cambio entre $3.100 y $3.200; un déficit fiscal entre 3.6% y 3.8% del PIB y una tasa de desempleo que rondará el 10%.Por su parte el gobierno, no tan lejos de esas cifras, espera un crecimiento del 3.0%.

La caída en los precios del petróleo y la devaluación sobreviniente, atribuidos a factores externos, modificó el panorama nacional afectando los gastos del gobierno y los consumidores, por encarecimiento de insumos y productos importados. La devaluación entre enero de 2013 y enero de 2016 alcanzó niveles del 78%.El precio del petróleo, por su parte, ha incidido en la reciente “estabilidad” de la tasa de cambio, al abandonar el nicho de 30 dólares y comenzar a situarse cerca a los 50.Se espera que en 2017 el mundo tenga menos excedentes petroleros y se pueda recuperar un poco más, como ha pronosticado Fatih Birol, director de la Agencia Internacional de Energía.

Con ese panorama estamos empezando a tomar medidas que hemos debido asumir desde las épocas de petróleo a 115 dólares. En el foro económico celebrado la semana pasada en Medellín el ministro de hacienda hizo énfasis en lo que se ha llamado “la nueva economía”, o el desarrollo y apoyo, con recursos y políticas, a sectores que fueron casi barridos por la enfermedad holandesa porque resultaba más barato comprarlos fuera que producirlos internamente. Entre ellos ha destacado la recuperación de la industria manufacturera, con un 8.4% en abril y un 6.2 en el primer cuatrimestre. Asistimos a un “cambio de modelo” forzado por los hechos y no como consecuencia de políticas anticipatorias.

Entre las respuestas que hemos dado al escenario de bajos precios del petróleo destacan los apretones en los gastos del gobierno, consecuencia de la realidad fiscal, y la anunciada reforma tributaria, pero la Junta del Banco de la República ha puesto una camisa de fuerza a la economía con el aumento en las tasas de interés con el propósito de controlar la inflación, como si esta fuese originada por oferta y demanda y no, como ha ocurrido, por devaluación. Sus consecuencias están a la vista: ante el encarecimiento del dinero y créditos, la confianza del consumidor se deterioró desde 23.9, en mayo de 2014 hasta -12.5% el mes pasado, de acuerdo a los indicadores de Fedesarrollo. Para la junta es el peor escenario: la inflación no cede, llegó hasta 8.2%, y sus medidas están asfixiando el crecimiento.

Es cierto que la Constitución impone a la junta el control de la inflación, pero por ninguna parte dice que la economía en su conjunto y el crecimiento deben serle indiferentes. Ha sido desafortunada la política de subir tanto las tasas, y no ha cumplido con el objetivo de controlar la inflación, al punto que todavía estamos “poniendo velas” para que pasen los efectos del niño. Ha servido, más bien, para controlar la devaluación o impedir la “huida” de capitales, aunque la Constitución no lo imponga y el Banco no lo diga.

No se puede afirmar, como lo hizo el doctor Adolfo Meisel miembro de la junta, que “es bueno que la economía se desacelere” (Ver nota aquí). Tal vez quiso decir que, como consecuencia de los ciclos de la economía, la desaceleración es inevitable, cosa diferente a deseable.

Habría que preguntar a quienes han perdido sus empleos; a los empresarios que han debido reducir su actividad o a quienes se les han encarecido sus créditos, lo que opinan sobre esa afirmación.

@herejesyluis 

 

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