Inconvenientes en la cultura

Manuel Drezner
21 de junio de 2016 - 03:55 a. m.

Últimamente los hechos de la cultura han tenido inconvenientes y ellos son tantos que uno pensaría que en el fondo lo que hay es una persecución indirecta a ella. Por ejemplo, un proyecto que estaba bien avanzado, como lo es el de la construcción de las sedes de la Filarmónica y de la Cinemateca Distrital, ha sido trancado con pretextos que son algo pueriles. En el primer caso, el de la Filarmónica, con planos y presupuestos aprobados, se dijo que el proyecto no había llegado al escritorio de la principal responsable. Uno pensaría que si un proyecto que se ha discutido en forma amplia públicamente no ha llegado a un escritorio, quien ocupa ese escritorio debería preocuparse por la razón de eso.

Posteriormente se trató de excusar esa aparente metida de pata que muestra indiferencia, diciendo que hay muchos lugares en Bogotá donde la Filarmónica puede tocar y que ellos la mayor parte del tiempo no se usan. Pero el hecho es que tener un centro de ensayos y conciertos para la Filarmónica ayuda a que ella se desarrolle y cumpla con su deber cultural, independientemente de que haya otros sitios, con los cuales la institución no siempre puede contar. El caso de la Cinemateca tampoco ha sido suficientemente explicado y lo cierto es que, si se quiere crear una cultura del cine entre el gran público, una buena cinemateca es necesaria.

En otro campo, se publicó la noticia de que dos de los grupos de teatro más tradicionales de la Capital, la Candelaria y el Teatro Libre, no contarán con el apoyo económico del Mincultura, no porque ellos no lo merezcan (eso hasta Mincultura lo reconoce), sino porque no se cumplió con un requisito legal, el de una firma. La verdad es que no existe ninguna razón por la cual, al darse cuenta de la omisión, que no resta méritos a la propuesta de esas entidades, no hubieran hecho una simple llamada telefónica para que alguien la corrigiera. Pero es más fácil negar un apoyo a quien lo merece que tomarse ese pequeño trabajo.

Por muchas semanas los medios estuvieron llenos de noticias sobre una crisis que afecta tanto al Teatro Nacional como al Festival Iberoamericano de Teatro y súbitamente, de manera misteriosa, nadie volvió a decir ni pío sobre el asunto. Como se trata de dos entidades que merecen hacer todos los esfuerzos por su supervivencia, es de esperar que las cosas se hubieran aclarado, lo cual merecía un comunicado de prensa, o que se han resignado a que ellas se acaben. Obviamente hay mucho para corregir, en especial el giro puramente comercial que le han dado al Teatro Nacional, que en otros tiempos alternaba lo comercial con las joyas del teatro universal, y la tendencia del Festival de exagerar los montajes de vanguardia en perjuicio del gran teatro del mundo, y sobre esto se puede escribir mucho. Pero es indispensable que se sepa lo que acabó pasando, porque se trata de cuestiones que afectan mucho al público.

 

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