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Jugando con candela fiscal

José Manuel Restrepo
01 de mayo de 2016 - 02:00 a. m.

Tuve recientemente la oportunidad de escuchar a dos personas que se reconocen en el país como autoridades académicas en materia de hacienda pública y política fiscal. Me refiero al exministro de Hacienda Juan Camilo Restrepo y al reconocido abogado tributarista y estudioso de las finanzas públicas Mauricio Plazas. Ambos compartieron frente a un nutrido auditorio las preocupaciones sobre el crecimiento estructural en el gasto público, la menor llegada de ingresos fiscales como resultado del choque petrolero (caída de los precios internacionales del crudo a menos de la mitad en casi un año) y el persistente aumento de la deuda pública, que en palabras de la ANIF se parece preocupantemente a un modelo tipo Ponzi.

Lo más sorprendente no fue su análisis sobre el aumento importante en el déficit fiscal que se refleja en las recurrentes presentaciones con un dato mayor de dicho indicador en los marcos fiscales de mediano plazo. Lo más inquietante fue el análisis que hicieron de sumarle al hueco fiscal actual las necesidades del país en los próximos años para financiar el posconflicto. Reconocen ellos que si queremos ser serios en la estabilidad de la paz de mediano y largo plazo, así como en las transformaciones que necesita el país en el agro, industria y en general en temas de política social, las necesidades fiscales son mucho más altas y el esfuerzo tributario puede ser mayor al que hoy estamos discutiendo con las recomendaciones de la Comisión de Reforma Tributaria Estructural.

Para no ir muy lejos, ellos estiman solamente por la implementación y puesta en marcha de la Jurisdicción Especial para la Paz entre $2 y $3 billones, y si a eso se le agrega exclusivamente lo que requiere el programa propuesto por la Misión para la Transformación del Campo, que se estima en $10 billones anuales, fácilmente estamos hablando de dos reformas tributarias adicionales al hueco fiscal de hoy, y sin haber sumado muchas otras necesidades del país en el escenario de posacuerdos.

Preocupación similar existe en reconocidos analistas como Andrés Pardo Amézquita, quien incluso se atreve a afirmar que sin una reforma tributaria estructural es altamente probable que lleguemos a un déficit fiscal superior al 4,5 % del 2017 en adelante y con un incremento en la deuda pública del actual 39 % a más del 49 % en el año 2020. Lo anterior con el agravante que él aún no considera un peso adicional para lo que se prevé con el posconflicto. En otras palabras, es la simple continuidad del actual déficit fiscal.

Frente a estos hechos muchos otros analistas expresan con señal de alerta que de seguir en este camino de esperar un plebiscito por la paz que seguramente no se dará por decisión de la Corte Constitucional, para avanzar en una reforma tributaria, inevitablemente vamos camino a perder el grado de inversión frente a las calificadoras de riesgo internacional a finales de este año o a inicios del siguiente. Dicho asunto sería tremendamente inconveniente para la economía y enviaría un pésimo mensaje a potenciales inversionistas y aun a los mercados de deuda pública.

Llega el momento de insistirles con fuerza a las autoridades macroeconómicas del país a que abran lo más pronto posible el debate sobre la reforma tributaria, a que no dejen para octubre o noviembre la reforma que en ese momento discutida no será más que un ajuste puntual que nos llevará a otra reforma tributaria en el primer año del próximo gobierno, a que construyamos políticas de largo plazo y no bajo un modelo que únicamente mira a pocos años la perspectiva fiscal de la nación, y a que hablemos claro no sólo del hueco fiscal de hoy, sino de las necesidades de gasto e inversión pública para el posconflicto que incluyen temas de víctimas, el agro, la reinserción, la justicia, la protección a excombatientes, la infraestructura y la política social, entre otros asuntos.

Por favor no sigamos parados esperando a presentarle una reforma tributaria estructural al Congreso de la República, que el que pierde es el país y juega con candela su actual calificación de riesgo.

 

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