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Justicia para todos

Juan David Ochoa
28 de mayo de 2016 - 04:20 a. m.

El Ministerio de Justicia ha lanzado una bomba incendiaria con el gesto de quien lanza un estornudo trivial, común, normal.

Afirma y amenaza que el próximo 6 de Julio podrán salir de prisión alrededor de 14.000 reclusos por demoras en sus procesos jurídicos, y ha presionado al Congreso para pactarle el plazo de un año más a la Justicia en consideración a su trabajo desbordado, permitiendo que realice sus revisiones, por fin, como ha debido hacerlas siempre sin que las haya resuelto jamás, ni en procesos de delitos simples o estrambóticos.

Lo estrambótico resulta también la explicación del ministro Jorge Londoño, al matizar el escándalo de una Justicia fallida argumentando que en caso de firmar el Congreso el plazo esperado para hacer las labores represadas por décadas de descomposición social, no saldrá de la cárcel la descomunal cifra de 14.000 sindicados, sino solo 10.811, recluidos por delitos menores. Solo 10.811; a esa chabacanería funambulesca ha llegado el concepto de equidad y de humanismo que la Justicia tiene desde su venda y su balanza prostituidas entre los años de la putrefacción, desde los suburbios del nihilismo.

Podría explicar su desidia el aparato judicial apuntando a la enorme realidad desbordada que la presiona entre sus cientos de miles de archivos de delincuencia y crimen, podría argumentar que no son solo el Ministerio de Justicia y el aparato mismo de su funcionamiento los responsables directos del hacinamiento carcelario que ha superado ya todos los colores del surrealismo, pero sí lo son, y son la voz directa de un Estado que financió la marginación y la deshonra de generaciones perdidas, y son los mismos que afianzaron las leyes para encubrir los criminales dandis que reproducían la barbarie de los delitos menores que ahora son considerados como algo normal, común, trivial, que debe excarcelarse de un plumazo porque los papeles nunca se firmaron y los procesos nunca se cumplieron.

Lo estrambótico acumula su volumen cuando en la misma semana de la bomba incendiaria, el poderoso delincuente Miguel Nule, por resolución jurídica y premura legal, amparado por los estamentos de salud y por la piedad de un sistema humanista, ha obtenido el placer de cumplir su corta pena en su lujosa casa del parque rosado en Barranquilla, muy cerca del barrio El Golf donde cumple una pena también humana y piadosa su enfermo primo Guido, y a pocos metros de la también recluida en su casa por humanismo y piedad, Silvia Gette.

Entonces pareciera que el objetivo del aparato judicial no es precisamente la judicialización de los reclusos estrictamente peligrosos, según la petición de los plazos, sino una la liberación masificada, según el descuido de los casos comunes y triviales, o el prestigio de los delincuentes mayores, todo para que el drama carcelario vaya abriendo sus espacios, por fin, y se vayan limpiando también sus cañerías de muertos, y sea progresiva la disminución del hacinamiento para que el sistema judicial colombiano tenga la misma estatura ética y estructural que el sistema carcelario de Noruega.
 

 

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