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¿La culpa es de Salud?

Jorge Eduardo Espinosa
30 de mayo de 2016 - 02:12 a. m.

¿Hay algún escenario posible en el que la culpa sea de la víctima?

Indignación justificada causó el argumento de la defensa del equipo jurídico de la Alcaldía de Bogotá en el caso Rosa Elvira Cely. Resumido: la mujer, por salir de casa, tuvo la culpa de su asesinato. Quien presentó el alegato renunció, el Secretario de gobierno debió disculparse, el alcalde escribió en Twitter que lamentaba lo ocurrido y que de ninguna manera era esa la opinión de su Gobierno. Pasaron los días, se calmó la esquizofrenia, y ocurrió el secuestro de la periodista Salud Hernández. Y entonces, como si no hubieran aprendido nada, algunos comentaron, con sangre y odio en la boca, que si estaba secuestrada la culpa era suya, que cómo se le ocurría meterse en aquella zona peligrosa. Parafraseando el argumento: si la periodista no hubiera salido de Bogotá, si se hubiera quedado sentadita en su casa, no estaríamos lamentado su secuestro.

Siguen algunos, pues, insistiendo en que la responsabilidad de las desgracias, del secuestro, de la muerte, es de la víctima y no del victimario. ¿Qué hay detrás de aquella lógica? Veamos. La matemática parece ser: sabemos que vivimos en un país peligroso, violento, en el que te matan por un pan y te secuestran por unos pesos. Sabemos, también, que estamos advertidos, que cada día, en las noticias, parecen decirnos que lo seguro, lo apropiado, lo que toca, es resguardarse en casa. Y ojalá en una con rejas y con alarma. Lo que sigue, entonces, es cumplir el mandato, seguir la advertencia apocalíptica de que salir es condenarse. Si usted, que se rehúsa a dejar de vivir, que se rehúsa a respirar con miedo permanente, desobedece y algo la pasa, la culpa es suya. Quién le manda, dicen. La consecuencia final de esa lógica no puede ser otra que dejar de vivir, de trabajar, de salir.

La otra consecuencia, perversa, es lo que genera en el imaginario colectivo: la rabia, la indignación, el reclamo, se hace a la víctima y no al victimario. Ocurrió en el caso de Rosa Elvira, cuestionada por salir de casa y ponerse en peligro. No es el único caso similar en el que pasa. Con Salud Hernández, tal vez por la antipatía que en algunos despierta, se cuestionó lo mismo: para qué se metió por allá. El absurdo llega al punto tragicómico de tener que recordar, con prudencia, que quien asesina y secuestra es quien tiene la responsabilidad. Y que jamás, bajo ninguna circunstancia, el reclamo debe hacerse a quien le ocurre el horror. Salud, que en su inteligencia y suspicacia sabe lo que pasa, contestó en la rueda de prensa después de su liberación que sí, que sin duda volvería al Catatumbo. No volver solo daría la razón a quienes crucifican, desde la comodidad de su computador, a la victima.

Diré finalmente que, en lo que corresponde al oficio del periodismo, Salud Hernández representa la reivindicación del reportero. Ella entiende como nadie el valor de salir del espacio de comodidad e incomodarse en lo desconocido. La vi por primera vez en Arauca, en un cacerío llamado Santo domingo, hablando con los campesinos del lugar, capoteando a dos milicianos que llegaron a preguntar quiénes éramos y qué hacíamos, tomando notas y grabando una entrevista con una mujer recia que varios hijos había perdido en la crueldad de la guerra. Sigue saliendo, Salud, con tu grabadora y tu libreta de apuntes. Espero que pronto podamos hacerlo juntos.

@espinosaradio.

 

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