Publicidad

La geografía del SÍ es la hoja de ruta

Luis Peña
08 de octubre de 2016 - 08:51 p. m.

Le llegó la hora al gobierno de convertir el rimbombante nombre de paz territorial en un enfoque operativo del proceso de construcción de paz y de dejar de pensarlo solo como una serie de estrategias regionales aplicables en el postconflicto.

Mientras la gente en las redes sociales pasa de la tristeza a la rabia y a la esperanza otra vez, hay otro país que tiene claro qué hacer, incluso desde cuando era mal visto hablar de paz o apoyar el proceso de negociación. Por ejemplo, los consejos comunitarios de negritudes declararon que van implementar los acuerdos como les sea posible. Y los grupos se van sumando. El mensaje es claro: para salir del problema político que surgió con la estrecha victoria del NO, la fuerza más importante son las comunidades que están en los territorios donde la paz es de verdad un tema de vida o muerte cotidianamente.

La geografía del SÍ es la hoja de ruta para darle continuidad al proceso por varias razones. Primera, porque la votación del 2 de octubre es solo un evento dentro de un proceso más amplio que sirvió para reconfirmar la diferenciada geografía humana del conflicto armado. En los territorios más afectados por la violencia, donde existe organización social y pertenencia territorial, el proceso de paz es visto como una oportunidad política para promover reconocimiento de derechos y reordenamientos territoriales; por eso votaron por el sí. Su derecho a la paz no puede quedarse truncado, especialmente, por la apatía del 63%, ni por el juego sucio.

Segundo, la campaña del No pudo haber incurrido en fraude al sufragante creando una serie de mentiras destinadas a no explicar los acuerdos sino a tergiversarlos. Por supuesto que es legitimo que existan votantes en contra de los acuerdos, pero no dejemos que la sumatoria de los votos del NO borre la geografía real del SÍ y se convierta en otra de esas mentiras con las cuales estar de acuerdo argumentando que fue una expresión nítida de democracia y de buen criterio.

Tercero, en la geografía del SÍ está la clave para continuar el proceso de paz porque la reconducción de éste se está convirtiendo en una transacción entre élites bajo la vieja formula de un acuerdo de unidad nacional. Cuando el protagonismo lo pierden las víctimas y los espacios de referencia ya no son Caldono o Bojayá o la Chinita sino los clubes de Bogotá, se está echando para atrás. Se ha negociado para que las FARC se conviertan en un partido político, para que pagen por sus crimenes, hacer que reparen a sus víctimas y, más complicado aun, desactivar localmente dinámicas de guerra que tienen escalas globales. Esos objetivos no se logran privilegiando las demandas de los políticos que han instigado la guerra.

En cuarto lugar, la geografía del Sí es una plataforma para echar a andar los temas urgentes del proceso: desarme, continuación del cese bilateral de fuego, desminado, sustitución de cultivos, salida de menores del conflicto. La votación confirma que la definición de las zonas de concentración de las FARC para la dejación de armas y reintegración coinciden con el Sí. Solo en cuatro de los municipios donde iba a haber zonas de concentración ganó el No. La misión de las Naciones Unidas podría implementar el protocolo para la seguridad de los guerrilleros (Resolución 2226) en aquellas zonas de concentración donde ganó el SÍ, con el fin de crear las condiciones para tratar estos temas. Las comunidades de esas zonas, especialmente, comunidades negras e indígenas, están ya construyendo mecanismos para hacer viable el monitoreo y verificación del protocolo en sus territorios. Los medios hasta ahora están dando toda la importancia a las reuniones entre los de siempre en Bogotá, ahora es tiempo de ver las propuestas que vienen de los lugares del SÍ.

Por último, hay que dialogar con los que han hecho propuestas serias para destrabar el proceso para interrogarlos sobre cómo esas propuestas son coherentes con la diversa configuración política del país. La negociación empezó entre dos partes, pero se ha sostenido porque ha echado raíces en los terrirtorios del SÍ, incluidas las ciudades. Ya sea que se trate de aplicar las normas de la ley de justicia y paz (propuesta del fiscal), de crear una constituyente limitada con un nuevo plebiscito (Rodrigo Uprimy), de llevar el acuerdo al congreso (Francisco Barbosa) o de renegociar algunos puntos (gobierno-FARC); no se puede caer en fórmulas generales que desconozcan el caleidoscopio de organizaciones sociales y jurisdicciones políticas en Colombia. En ese sentido también, el activismo a favor de la continuidad del proceso tiene que ponerse en pie para hacer efectivo los acuerdos en los territorios pero buscando la construcción de instrumentos para la implementación y no para convencer a la otra parte que juegue limpio. La estrategia de “nosotros tenemos compasión o somos más justos y queremos que ustedes también lo sean”  no va a servir para territorializar los acuerdos.

 

 

PhD en geografia social

Email: lberneth@gmail.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar